Opinión

Momento preocupante

En mi niñez, adolescencia y juventud, tuve que sufrir a la “gente guay” de entonces. Eran los ricos, los ricos venidos a menos, los políticastros locales encumbrados en la España de Franco, la policía, la guardia civil, y el clero en sus diversas modalidades. Todos ellos, con frecuencia, se comportaban con prepotencia y altanería; había alguna excepción. Vivimos una dictadura en todo su esplendor. 

Esta circunstancia, modeló a muchos de nuestra generación. Unos antes, otros después, y algunos nunca, nos implicamos en que había que cambiar la sociedad a un sistema justo, participativo, democrático, donde la ciudadanía pudiera votar y expresar sus opiniones con libertad. Muchos contribuimos con nuestras convicciones, y también con nuestra praxis y actitud comprometida a que se produjera el cambio. Algún día comentaré cómo. Mi ideología, para aclarar desde que posición escribo, era y sigue siendo socialdemócrata, aunque sin carnet de partido. 

Con la muerte de Franco, la transición fue un momento muy importante, por el sentido de responsabilidad de los líderes de todos los partidos. Desde entonces ha habido unos años de democracia que ha permitido a este país desarrollarse y crecer, aunque algunos no abandonaron nunca el guerracivilismo.

La izquierda actual, se arroga un supremacismo moral, que le permite despreciar y tildar de fascistas a la derecha, incluso a la moderada, y a ellos instalarse en un podio de verdades e ideales, que les sirve para justificar no pocas de sus actuaciones, contubernios, nombramientos, pactos secretos, recomendaciones, incluso en el último escalón de la cadena colocar, además de a sus peones, a sus amigos y amigas. En realidad, un entramado de poder que intenta empapar la sociedad con objeto de manejarla. También lo intentan los partidos de derechas, pero la diferencia es que son conscientes de no estar haciendo lo adecuado, aunque luego también adormecen su conciencia. Sin embargo, la izquierda lo sublima como un deber para llegar al poder e instaurar una sociedad justa según sus ideas, ante el cual justifican sus desafueros. 

Hoy el partido en el poder con su presidente, en una deriva totalitaria, etiqueta de fascista a todo el que discrepa, cuando es él quien se comporta con dichos métodos. En el momento actual está erosionando los pilares fundamentales de nuestra democracia, vulnerando y retorciendo nuestro sistema, pervirtiendo nuestras reglas y provocando la desestabilización de nuestras Instituciones. Su comportamiento semeja al de los dictadores. Al parecer es su objetivo.

En este grave momento, sorprende mucho la actitud cómplice de rebaño de los que le rodean y de la mayoría de sus correligionarios con carnet, ante la deriva tan grave de su líder. Se comportan como manada. Apenas hay voces discrepantes. La impresión es que están embridados. ¿Tienen mucho que ocultar? ¿Mucho que agradecer? ¿Mucho que perder?

Durante estos años hemos sido testigos de su prédica tornadiza y además contradictoria, incluso teatralizada, no basada en principios, solo en el principio de utilidad en cada momento. Es la culminación de una trayectoria tramposa. Sus acólitos y muchos de sus correligionarios parecen estar abducidos por “su persona”. 

Probablemente hay poderes muy importantes en la sombra, tal vez internacionales, que están protegiendo, y seguramente empujando a Sánchez. Si no, es muy difícil de explicar este momento.