Opinión

Cofres, verso suelto

Tenemos varios cofres, aunque no tengamos muchas cosas que guardar. A menudo, las tenemos desordenadas, cuando no, desperdigadas en distintos lugares de tal forma que cuando las buscamos, no hay manera de encontrarlas y nos pasamos a veces horas consumiendo energía para conseguir dar con algo que queremos y perseguimos. O un concepto que en su momento nos removió las entrañas porque consideramos que estaba contaminado por muchas patrañas e injusticias emanadas de poderes o intereses, que viene a ser lo mismo. No tomamos nota y ahora se diluye entre tanta miseria.

 En mi caso, tengo un cofre donde guardo mis convicciones a las que reseteo y pongo al día con mis lecturas, mi mirada, que intento sea responsable, y mi reflexión, fundamental para seguir mi camino intentando ser consecuente. También tengo el cofre de mis pecados, es decir de mis procedes inadecuados, para no olvidarme de lo que he podido hacer mal durante mi vida. Con este equipaje sigo adelante sabiendo que el camino que resta es ya corto, pero todo es vida hasta que todo acabe, y procuro vivirla vivo.

Pero este proceder forma parte de mí, solo en esto. En lo demás, es como si lo ordenado me produjera rechazo; y así es realmente, me produce rechazo. Preciso la libertad con mayúsculas, y esa libertad la necesito en mi cabeza y, como proyección, la necesito en mi entorno. Solo he sigo riguroso y ordenado para el trabajo en mi profesión, para lo demás preciso aire limpio, aire fresco a mi alrededor, aire que corra, incluso improvisación y dejarme llevar por los impulsos, aunque esos impulsos dependen de mis convicciones, de mis valores.

Preciso que cuando miro, vea un horizonte largo, ancho y despejado que me inspire libertad. En consecuencia, uno de los mayores placeres de que disfruto es sentirme libre desde mi interior, pero mi libertad es una libertad respetuosa con los demás, entendiendo “los demás”, como la gente normal.

Tolero mal a los poderosos y poderositos, muchos de ellos gente mediocre, tahúres, oportunistas, algunos disfrazados de ideales que lo único que han hecho es buscar y coger el carro que pasaba hacia el poder. Hay muchos de estos personajes en los poderes políticos; a varios los conozco bien y sé sus historias. Tuve oportunidad de montarme en esos carros, pero eso de ser manada y andar dando codazos o llevar la navaja en la liga para trepar a puestos de privilegio no va ni ha ido conmigo. Además, me considero verso libre, y me aparto para no tener servidumbres y ser libre en mis ideas y en mis opiniones. Preciso respirar hondo y mirar al horizonte en la lejanía.

Ya sé que es poco práctico, pero en este aspecto, estoy encantado de haber procedido así. A estas alturas de mi vida, ya viejo, es de los aspectos por los que me siento bien y, no puedo negar, que siento cierto desprecio por las personas trepas y oportunistas miserables que he conocido, que no son pocas; muchas además son necios y necias, pero no parecen saberlo, incluso se han llegado a creer que los puestos que han ostentado u ostentan son por méritos propios. Solo hay que observar sus poses para comprobarlo.