Opinión

El cuento de Cristo

Partiendo del respeto absoluto a los sentimientos religiosos de toda índole y devoción, me gustaría comentar algunas cuestiones que a mi juicio sobrepasan de forma insólita lo racional. Algunas personas mantenemos en la memoria las tradiciones religiosas y la cultura popular en torno a ellas. Para San Antón, las morcillas; para San José las randillas; para Santa Ana, las pochas; para el Ángel, costilladas; por Navidad, el turrón; para Reyes, el roscón, etc. No creo que sea necesario venerar personajes religiosos para ponernos buenos de comer.

Pero la cuestión no pasaría de lo mundano y la tradición sin la mezcla, mística y los mandatos morales que los profesionales de la religión se sacan de la chistera. ¿Que algún Dios pida a sus devotos sufrir? No lo entiendo. Y que para sanar enfermedades, provocar cambios en el clima, o simplemente para que nos toque la lotería, nos digan que hay que rezar, pues todavía menos.

Recordando a una buena persona como el Padre Lasa, que en su día nos dijo a los chavales en su clase de religión “si os duelen las muelas no vayáis a misa, ir al dentista”, me atrevo a pedir a los lectores creyentes o no, que no se priven de comer bien y ser felices, que la vida son tres días.

Alfredo Gil ‘Txiki’

Trabajador