Opinión

Uxue Barcos debe dimitir

Uxue Barcos se manifestó en el pasado como una política carismática, receptora del voto de la ciudadanía supuestamente por sus cualidades personales. En realidad, el carisma en política consiste en que te voten, lo mismo que vender para el vendedor, más allá de otras consideraciones. Responde al dicho popular de “más vale caer en gracia que ser gracioso”. De este modo, el nacionalismo vasco obtuvo éxitos importantes en Navarra, como la obtención durante dos legislaturas consecutivas de un escaño en el Congreso de los Diputados e, incluso, la Presidencia del Gobierno de Navarra. En la retina de todos quedó el carpetazo a la investigación por el cobro de dietas supuestamente indebidas, fruto de la compatibilización de una concejalía en el Ayuntamiento de Pamplona, un escaño de diputada en Madrid y el doloroso proceso de tratamiento del cáncer, algo muy difícil de conseguir para el común de los mortales sin la ayuda de factores que contribuyan potentemente a incrementar las fuerzas naturales, como lo pueda ser una fuerte ilusión y gran motivación personal.

En 2019, Uxue no pudo revalidar su victoria electoral y, por lo tanto, tuvo que ceder la Presidencia foral a la lideresa del PSN-PSOE. Sin embargo, la diferencia de votos no fue humillante, máxime que el Gobierno de Barcos no había precisado del apoyo del Partido Socialista, algo para lo que no había precedentes en Navarra, cuánto menos tratándose de la izquierda coaligada con el nacionalismo. La llegada del PSOE al Gobierno de España consiguió encumbrar a María Chivite a la Presidencia foral, por el llamado efecto Sánchez. No obstante, en las últimas elecciones el resultado marca una diferencia cualitativa importante. En primer lugar, cabe destacar que el PSN no ha sufrido una disminución en el apoyo obtenido. En segundo, se confirma que Barcos ya no supone un colchón de votos para el nacionalismo vasco. Después de haber gobernado, ha perdido el carisma. Por lo tanto, debería dimitir para dejar paso a líderes políticos que puedan generar una mayor ilusión en la ciudadanía nacionalista, vasquista y que no siente hostilidad ni por lo uno ni por lo otro, sino que es transversal en cuanto al nacionalismo, en el sentido de que no lo siente como un mal, sino como una opción democrática más por la que se puede optar si el candidato y otros factores nos inspiran esa confianza necesaria para decidir el voto. Barcos al definirse a sí misma como abertzale y marcar políticas radicales desde el Gobierno, ha expulsado de Geroa Bai al vasquismo transversal. Y, además, en su discurso siempre se ha traslucido una admiración personal hacia la izquierda abertzale radical, que lógicamente ha derivado en un mayor apoyo a EH Bildu. 

Además, en las negociaciones entre Geroa Bai y el PSN para formar un nuevo Gobierno progresista, Barcos está planteando unas exigencias irreales, que no se corresponden con los resultados electorales. Impone una bilateralidad injusta entre su formación y el PSN, que menoscaba al votante de Contigo-Zurekin. Con total probabilidad, un líder de la coalición nacionalista que no tuviese el orgullo del título de expresidenta sería capaz de mostrar más humildad y mayor espíritu de colaboración. En realidad, Barcos debería haber dimitido y dejado paso a la savia nueva cuando tuvo que ceder la Presidencia en 2019. Queda claro que antepone sus intereses personales a los de su formación política y a los del conjunto del progresismo. No solamente ha perdido gran parte de su electorado, sino que impide con su actitud personal la formación de un nuevo Gobierno progresista. Con tanta trabazón personalista, no le dejará otro remedio al PSN que volver a pactar con UPN un Gobierno de coalición que garantice la estabilidad política para la Comunidad Foral.