Opinión

La independencia, un objetivo inalcanzable

La Izquierda abertzale y en menor medida el PNV han venido reclamando la independencia de Euskal Herria desde la Transición hasta nuestros días. Durante todo este periodo, no hemos percibido que hayan podido lograr algo semejante, aunque la banda terrorista ETA de alguna manera pudo dar jaque al Estado en diferentes ocasiones por la crueldad de algunos de sus asesinatos, por ejemplo el del concejal Miguel Ángel Blanco, del que se cumplen ahora veinticinco años. Sin embargo, podemos afirmar que en todos esos casos, el Estado se mostró como más fuerte, apoyado por el grueso de la sociedad democrática, que rechaza de plano esos métodos criminales para conseguir objetivos políticos. No obstante, desde 2008 hasta nuestros días, ha podido darse un riesgo cierto de fractura en el Estado, primero, por la grave crisis económica de 2008/15 y, segundo, por la pandemia del coronavirus. Pero para entonces la banda terrorista ETA ya estaba dando sus últimos coletazos porque su derrota era inminente, su capacidad operativa muy exigua y su base social aparecía cansada, además de totalmente agostada por la ilegalización de sus formaciones políticas y la persecución eficaz y certera de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Para cuando se desató la crisis económica, el Estado había conseguido desequilibrar la lucha entre los dos entes: el policial y el criminal, con  una clara ventaja para el primero después de haber empequeñecido la capacidad operativa de la banda hasta extremos inimaginables dos décadas antes. Mientras que en la década de los 90 del siglo pasado el comando Madrid, por ejemplo, era capaz de permanecer en la clandestinidad y operativo durante meses, en el siglo XXI los terroristas eran apresados antes incluso de cometer los atentados. Esto ha impedido que ETA pudiese golpear al Estado durante estos años de profunda quiebra social y ha evitado que España se hundiese en la sima del caos y de la ruptura política. Aunque Podemos llegó a meter miedo en el cuerpo de los poderes fácticos, para entonces los atentados de la banda ya habían remitido, con lo que la situación no llegó a provocar un descarrilamiento del orden constitucional. Lo mismo podría decirse del proceso soberanista catalán, que ha ocurrido después del cese de la actividad armada de ETA, con lo que la gravedad de la situación ha sido mucho menor. Qué hubiera podido conseguir el MLNV en orden a cumplir sus objetivos si ETA hubiese estado operativa durante estos años tan difíciles es una incógnita, aunque lo lógico es alegrarse de que la organización armada no haya estado presente porque la historia nos demuestra que muchas veces las hecatombes políticas aparecen de súbito, inesperada y sorpresivamente. ¡Quién iba a imaginar hace tan solo unos pocos años que Rusia declararía la guerra a un país hermano como Ucrania!

La creación de un Estado vasco soberano en Europa resulta un sueño ideal y utópico para muchas decenas de miles de vascos y de navarros, pero no creo que tenga que ser una obligación patriótica para nadie. En mi opinión, el nacionalismo se basa, principalmente, en dos razones: la pervivencia del vascuence o euskera y la existencia del antiguo reino de Navarra, que fue independiente en torno a siete siglos, y que surgió como un principado vascón. En lo primero, hay que destacar que, en la actualidad, todos somos libres de aprender y usar este idioma prerrománico, único vestigio de las lenguas ibéricas que se hablaban antes de la conquista por los romanos de la península ibérica. Y en cuanto a la segunda razón, no podemos ignorar que elección tras elección la sociedad navarra ha dejado muy claro durante cinco décadas que, aunque existe un porcentaje nacionalista, los navarros en su mayoría no apuestan ni por la unión con Euskadi ni mucho menos por la independencia. Por lo tanto, además del punto de vista ético y humano por el que el asesinato es siempre condenable, podemos afirmar que desde el punto de vista político, ha sido una suerte inmensa que la organización terrorista ETA fuese derrotada antes de que llegase la grave y profunda crisis económica, sanitaria y social en que nos sumimos al final de la primera década de este siglo. Es un logro que no tiene parangón en nuestra historia, repleta de calamidades. Esta vez, España ha estado a la altura de las grandes ocasiones. Tal vez por ese motivo, por aquellas mismas fechas la selección española de fútbol masculino ganó el campeonato del mundo. Esperemos que los éxitos continúen.