Opinión

Geroa Bai ya solo es abertzale

Geroa Bai surgió gracias al apoyo económico y logístico que el PNV brindó a la candidatura de Uxue Barkos después de la desmembración de Nafarroa Bai para su reelección como diputada al Congreso. Contra todo pronóstico, aunque recibiendo un extraordinario apoyo por parte de los medios de comunicación afines, Barkos salió reelegida y, sin terminar la legislatura, ocupó la Presidencia del Gobierno foral porque la grave crisis económica y la desestabilización que provocó el afloramiento de la corrupción política y financiera habían logrado por primera vez que la suma de UPN y el PSN no obtuviese la mayoría absoluta en el Parlamento foral. Sin embargo, tanto Barkos como otros líderes de la coalición nacionalista, por ejemplo Koldo Martínez, siempre reconocieron que no se sentían identificados con el PNV y que se declaraban radicalmente abertzales, siendo su vocación, como se ha visto después, aproximarse a EH Bildu. Con el propósito de confluir a medio plazo con la Izquierda Abertzale, han fundado Sozialistak Berdeak Geroa, apropiándose del nombre característico de la coalición, con la intención de arrinconar al partido fundado por Sabino Arana y decantarse con total claridad por un pacto con EH Bildu para formar una gran coalición de izquierdas y abertzale. Tal vez la idea sea ir todavía más lejos y, de la misma manera que EA, pretendan diluirse en EH Bildu y contribuir a un partido abertzale en Navarra que pugne con gran fuerza por alcanzar sus objetivos: primero, unir Vascongadas y Navarra y, segundo, la independencia de Euskal Herria.

Los manifiestos políticos fundacionales de Geroa Bai, en cambio, conferían de otro sentido a la coalición. En ellos se valoraba en gran medida la existencia de un vasquismo transversal en Navarra que muy poco o nada tiene que ver con el independentismo ni con una supuesta supremacía cultural vasca. El voto que llevó a Barkos a la Presidencia foral suponía un posicionamiento a favor del euskera, pero en absoluto pretendía imponer esta lengua al conjunto de la población ni mucho menos suplantar al castellano. Se formulaba una acusación contra los gobiernos anteriores: el haber discriminado nuestra lengua vernácula, pero simultáneamente una gran mayoría consideraba que pretender imponerla en la Ribera o en otras zonas de Navarra constituía un imposible y una injusticia, ya que no existe ninguna razón ni cultural ni política por la que los navarros tengan que sentir rechazo a seguir siendo castellano-parlantes, algo que en sí mismo es muy positivo para todos. Ni que decir tiene que las políticas lingüísticas de EH Bildu en la Alcaldía de Pamplona representaron un auténtico despropósito, pero que Geroa Bai aplicase la misma receta desde el Ejecutivo navarro no deja de sorprender, tal vez por ingenuidad, lo reconozco. Estas políticas radicales solo consiguieron paralizar oposiciones al sector público, el descontento y el desconcierto de los padres navarros y continuas sentencias judiciales en contra de los decretos que pretendían fomentar el aprendizaje del vascuence. Es lo que ocurre cuando se gobierna desde la radicalidad, que no se respetan las leyes ni en la forma ni en el contenido. Lo que no se ha incrementado es el porcentaje de vascoparlantes porque, en cualquier caso, ese incremento se sustentaría de la voluntariedad, no de la imposición. España en un país democrático y no se le puede obligar a nadie a que aprenda una lengua que, además, aunque adquiere gran contenido afectivo para amplios sectores de la población vasca y navarra, no proporciona demasiadas ventajas en el orden económico ni profesional.

Algunos sospechamos que uno de los propósitos del Gobierno comandado por Geroa Bai era combatir la religión católica. Lejos de promover medidas de política social o laboral que mejorasen las condiciones de vida y de trabajo de las clases humildes y proletarias, el Gobierno de Barkos se perdió en la polémica ley educativa Skolae, que se atrajo justamente el rechazo de la comunidad educativa por su radicalidad indeseable y su falta de rigor científico. Dar por sentado que el comportamiento de las personas va a mejorar cuando se las adiestra desde la primera infancia en técnicas sexuales y que la culpa de los malos tratos a las mujeres es fruto de educar a los niños en la inocencia, la pureza y la castidad es de tal perversidad que escandaliza, asquea y produce un desasosiego sobre la pena que da que nuestros políticos sean tan ignorantes y maliciosos. Intranquiliza que seres humanos así consigan alcanzar tan altas responsabilidades porque la moral y la ética deberían ser los principios rectores de las conductas políticas. Tal vez sea el reflejo de la sociedad actual, pero ese desenfreno sin duda es lo que luego aflora como corrupción política y financiera, esa falta de principios y de virtudes morales en nuestra clase política. Esperemos que en el futuro la decencia, el buen gusto, la honestidad y la honradez vuelvan a ser las enseñas de nuestros gobernantes. En cualquier caso, esa ley educativa fue tumbada por el Tribunal Supremo, aunque por no haber seguido el procedimiento adecuado. Lo ideal hubiera sido que la tumbaran por el contenido, pero por otro lado no deja de ser una suerte que la incompetencia haya sido la causa, por lo que demuestra sobre quienes idearon esa materia educativa angustiosa y corruptora de nuestros menores.