Cuando echamos la vista atrás lo solemos hacer con nostalgia. En ocasiones, uno vuelve la mirada hacia el camino recorrido y, con asombro, lo encuentra minado de noticias y personas que han contribuido notoriamente a construirnos tal y como somos hoy. Quizás esa sea la labor más valiosa del tiempo: permitir que nos descubramos como el noble resultado de su transcurso.
Plaza Nueva cumple treinta años, y todo aniversario ofrece la oportunidad de sopesar lo vivido, pero también de soñar lo venidero. Han sido treinta años de entrega a la realidad de la calle, con todo lo que eso implica: treinta años de dedicación a las alegrías y tristezas de Tudela y del resto de localidades de la Ribera y de Navarra (¡bendita Ribera y Navarra!), tres décadas de trabajo regido por la libertad de expresión, en los que no se le ha negado a nadie la palabra.
Esta trayectoria convierte a Plaza Nueva en un luminoso testimonio de nuestra tierra y nuestro tiempo. Un documento histórico que reúne, con cariño y con rigor, los cambios experimentados en nuestras localidades y en nuestras propias vidas en estos años. Un cálido lugar de papel al que regresar para releer lo sucedido. Enhorabuena a Mariano y a todos los que lo han hecho posible. ¡Gracias, Plaza Nueva!
En fin, como diría el genial Quino a través de su extraordinaria Mafalda: ¿qué importan los años? Tengo la sospecha de que lo realmente importante radica en otro lado: en la comprobación de que, a fin de cuentas, la mejor edad de la vida es, simplemente, estar vivo.