Opinión

Vida cotidiana

Cuando por las mañanas nos levantamos de la cama, es difícil que la primera sensación que percibamos sea de bienestar. Lo normal es que nos sintamos somnolientos, con el cuerpo entumecido y con cierta resistencia a comenzar de nuevo, cuando no, doloridos o de mal humor. La reconfortante ducha y el café del desayuno nos ponen en la tensión suficiente para afrontar el nuevo día con todos sus retos. Es la vida cotidiana la que se presenta ante nosotros una jornada tras otra. Esporádicamente, habrá hechos puntuales que otorgarán a ese día un significado especial que nos producirá vivencias singulares, pero lo habitual, serán más o menos universales y rutinarias llevadas de forma subjetiva.

Los ámbitos en que nos desenvolvemos cada día, son para la mayoría los mismos: la familia, el trabajo, las aficiones, el grupo de amigos…En esos marcos nos vamos a sentir: vulnerables ante algunas circunstancias, reforzados ante otras, felices, desgraciados, enamorados, traicionados, sujetos a poderes u ostentando poder, aunque solo sea sobre nuestros hijos. Nos vamos a sentir con salud, enfermos, amenazados, perezosos, ilusionados. Vamos a sentir admiración, envidia, amor, odio. Vamos a reír a carcajadas, o vamos a estar tristes. En ocasiones nos va atraer lo prohibido...Vamos a no creer en el más allá o vamos a buscar nuestra trascendencia particular.

De este mar de sensaciones, vamos a sentir probablemente todas en algún momento de nuestra vida, muchas de forma frecuente, la mayoría de forma cotidiana, y algunas en momentos puntuales. Van a dominar más unas u otras, dependiendo de nuestra estructura psicológica potenciada por la educación recibida, sobre todo en la infancia. Después van a influir de forma determinante las circunstancias, que parte van a ser debidas al azar, pero otras las habremos buscado mas o menos conscientemente dependiendo, en definitiva, también de nuestra forma de ser.

Después, la forma de enfrentarnos a todo lo que nos toca vivir, las vivencias y las enseñanzas sacadas, junto con la reflexión, va a hacer que vayamos acumulando un bagaje que, con los años, nos permita ser expertos en pragmática de la vida, y que, tal vez, nos sintamos cada vez más felices si hemos sabido asimilar el proceso de lo que es vivir, y también, el declive y envejecimiento.