Opinión

VIAJE CON RENFE, ¡TODA UNA AVENTURA!

Deseo contar un viaje en tren que realicé este verano.

Soy una mujer joven de 25 años ; me afecta una discapacidad física que reduce considerablemente mi movilidad, y para trasladarme de forma autónoma preciso de una silla de ruedas eléctrica.

Mi realidad de cada día, me hace consciente de que son muchas las trabas y obstáculos que las personas en mi misma situación tenemos que sortear, y de manera importante en lo que concierne a la accesibilidad física.

La verdad ... tengo poco que elegir en cuanto a medios de transporte accesible se trata . Por esta razón, viajar no lo hago con la frecuencia que a mi me gustaría, dejando muchas veces a un lado mis deseos de moverme “a mi aire”, conocer nuevos lugares, … Lo que me agota es que intentar realizar una actividad tan normal como es trasladarte en medios de transporte de servicio público , y ya no digo sin compañía, se convierta en una aventura ,con frecuencia de mal sabor de boca.

Una vez hecha mi presentación, paso a contar esta aventura entre vías.

Soy una ciudadana residente en Tudela que me vi en la necesidad de realizar un viaje en tren para ir a mi pueblo a pasar parte del verano. Dada mi condición de cliente con necesidades especiales para viajar, me dirigí a la estación de RENFE de mi localidad dos días antes de mi partida y , junto con la reserva del billete, solicité los servicios de atención en estos casos. Mi compañera de viaje era mi madre. Nuestro trayecto era Tudela – Zamora (ida y vuelta). En la ida partimos de la estación de Tudela , en donde una persona muy amable nos atendió y sacó una plataforma que me permitió el acceso ( sentada en mi silla de ruedas) al interior del vagón del tren que me correspondía, salvando los escalones del mismo.

Hasta aquí todo bien. El tren emprende su marcha. Yo ,sentada en mi silla , me ubico en el espacio mínimo que existe en la entrada, bien pegada a la puerta del W.C. y, por supuesto, dejando cortado el acceso a dicho recinto para otros viajeros, ya que entrar con la silla de ruedas por el estrecho pasillo de acceso a los compartimentos es impensable e imposible.

En este lugar permanecemos a la espera de que llegue personal de RENFE y nos orienten o ayuden para poder realizar el viaje en unas condiciones aceptables, ya que nos esperaban unas cuantas horas de viaje. Allí no venía nadie. ¿Sabrán que hemos subido al tren? (me preguntaba). El tiempo pasaba y visto lo visto, mi madre me anima a hacer un esfuerzo, ayudándome ella, (a veces, no siempre, puedo dar algún paso en trayectos cortos con ayuda de otra persona) para recorrer el largo pasillo, para mí interminable, ya que el compartimento que nos correspondía estaba casi al final. Por lo menos podían haberme metido por la puerta del otro extremo del vagón – pensé. Pero claro era mucho pedir, ya que se trata de “pequeños detalles” para unas personas que se convierten en grandes esfuerzos para otras. Al final, ¡uff! , llegué al asiento.

Ya acomodada, apareció el interventor y le pongo al tanto de lo ocurrido; me comunica que en la próxima parada del tren, pasarán la silla al otro extremo del vagón y así lo hicieron. Todo un detalle, pero un poco tarde… Llego a mi destino y todo correcto: colocan la plataforma y bajo tranquilamente. ¡No más sobresaltos para un mismo día! Y llegó el día de la vuelta . De nuevo a tomar contacto con la RENFE. ¿Qué azaña me esperará?. No tarde mucho en averiguarlo. La persona que me atendió en la estación de Zamora se pone en contacto con la estación de Tudela para comunicar que el tren en el que yo iba , tenía su hora de llegada a dicha estación a las tres y veintitres de la madrugada y que precisaba que se colocara la plataforma . Le contestaron que a esas horas no iba a haber nadie disponible por lo que tendría que arreglármelas por mi cuenta, pidiendo ayuda a la familia o a personas de mi confianza. Con esta contestación y sin otro tren que me traiga a mi casa a una hora “razonable” , tuve que llamar a mi hermana y cuñado (que tenían que madrugar para ir a trabajar) para hacerme el recibimiento y ayudarnos a bajar a mi y a mi silla que pesa lo suyo (les recuerdo que es eléctrica). En Zamora subí sin problema al tren con la ayudas pertinentes y ,esta vez , acudió con prontitud una amable interventora para conocer lo que nos deparaba. Llegamos a Tudela y así fué : allí no había plataforma preparada, pero observo a un guardia jurado que se acerca apresurado hacia la puerta del vagón empujando una silla de ruedas e invitándome a sentarme en la misma. Se lo agradecí pero le dije que yo ya llevo mi silla y sólo tienen que bajarla a pulso al anden para que cuando yo consiga bajar esté preparada. El guarda jurado, dándose cuenta de la autentica necesidad , dejó la silla que con tanto ánimo me acercaba, para ayudar a mi cuñado a bajar a pulso la pesada silla. Seguidamente bajé yo con la ayuda de los míos y me coloqué en mi silla con la tranquilidad de estar ya en tierra firme. Y el tren se marchó... . Eran unas horas donde el cansancio no daba el ánimo para decir nada... Al día siguiente, acompañada por una amiga, fui a la estación de RENFE de Tudela a presentar la reclamación oficial de los hechos. Me atendió la persona amable que me atendió en la ida y me colocó plataforma. Nos dijo que la instalación de la plataforma queda a disposición de la voluntad del personal de la estación. ¡Un servicio que permite el derecho a viajar de las personas con discapacidad , en manos de la voluntad del personal! Mi amiga, no aguantando su indignación, pregunta : ¿y si se estropea el tren de madrugada ,qué hacen?¿por no vulnerar el descanso de los mecánicos, el tren espera a que se incorporen al trabajo a una hora prudente? Recibimos una sonrisa por respuesta.