Cerramos un año crítico, que será recordado por las secuelas de la pandemia, sus víctimas y por dejar una crisis económica sin precedentes.
La respuesta de la UE ha sido consecuente con la gravedad de la situación. El mismo 6 de marzo, la Comisión Europea emprendió la iniciativa “COVID-19 response” y durante las primeras semanas se adoptaron importantes y firmes decisiones. Por ejemplo, se destinaron 380 millones de euros para el desarrollo de vacunas, nuevos tratamientos y diagnóstico, 100.000 millones de euros, el fondo SURE sobre medidas para mitigar riesgos de desempleo, 20.000 millones de euros para PYMEs, el programa de compras de emergencia frente a la pandemia o el Fondo de Solidaridad de la UE.
A todo ello se sumó, en verano, el ya conocido Next Generation EU, dotado con 750.000 millones de euros. Eso se traduce en una inyección a fondo perdido de unos 70.000 millones de euros en los presupuestos generales del Estado, además de la posibilidad de préstamos por la misma cantidad. Esta cantidad supone cinco veces la cantidad del famoso Plan Marshall (a precios reales).
La idea detrás del Next Generation es utilizar los fondos para recuperar el liderazgo mundial en la transición digital y ecológica. En otras palabras, hacer de la crisis una oportunidad.
