Opinión

Entre todos la mataron y ella sola se murió

Lo ocurrido los últimos días en este país y en especial en Madrid, da para hacer mención a esta famosa frase: “Entre todos y todas la mataron y ella sola se murió”, referida a cuestiones femeninas; la democracia, la salud, la sensatez, España….

Cualquier despropósito que se nos podía haber ocurrido con anterioridad, se ha producido en estas dos frenéticas semanas, en las que ha quedado clara la pobreza intelectual de una clase política partidista e irresponsable.

Nadie, absolutamente nadie, ha estado a la altura de las circunstancias. Nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de anteponer los intereses generales a los partidistas.

Todos, absolutamente todos, han demostrado que la salud de la ciudadanía les importa un carajo y que sólo han actuado buscando la confrontación y la derrota del oponente, pensando así que sacarían rentabilidad electoral en el futuro.

El coronavirus se desarrolla mucho mejor en estas condiciones y así no hay manera de poder parar, ni siquiera paliar, su transmisión. Porque con las cosas de comer no se juega.

Es cierto que los errores y las malas artes han sido más evidentes en alguna de las partes en conflicto (jamás en esta situación se debían dar conflictos), pero eso no exime a cada cual de sus propias responsabilidades.

Que Madrid debía estar confinada hace mucho tiempo lo apuntan todas aquellas personas que conocen este virus, probablemente también todo el país, pero intereses espurios, algunos no todos económicos, han prevalecido sobre los puramente sanitarios, entre nuestro dirigentes de todos los colores y así nos va.

Cuando en otros países siguiendo las directrices de la OMS, con niveles de contagios superiores a 50 o 100 por 100.000 habitantes en 14 días, se toman medidas drásticas, aquí hablamos de tasas de 750, o de 500. Un verdadero suicidio.

Cuando por ahí se encienden las luces rojas de alarma con porcentajes de 5 % de positivos, aquí nos manejamos alegremente por encima del 10 %. Cuando allí preocupa que las UCI estén por encima del 5 % de ocupación, aquí fijamos el 35 %. Una verdadera locura.

Pero existe un elemento mucho más grave que nos diferencia de los demás. Fuera de nuestro país, especialmente en Europa, han entendido que para derrotar al virus, para salir lo antes posible de esta crisis sanitaria y la económica que provoca, resulta imprescindible afrontarlas unidos, sin tensiones, aquí en cambio hemos optado por la senda de la bronca y el conflicto.

El coronavirus ha encontrado en nuestro país el lugar idóneo para desarrollarse y fortalecerse. Así tenemos el dudoso honor de unimos a países como EE.UU. o Brasil 

Nos gusta mucho la juerga, confraternizar en grupos numerosos, somos absolutamente indisciplinados, en ocasiones anárquicos, una parte más numerosa de lo que los buenistas señalan, bastante insensatos, insolidarios y  torpes, extremadamente torpes.

Además lo que vemos en nuestros líderes tampoco nos da para ser otra cosa. Lo ocurrido estos días en la “batalla de Madrid” así lo atestigua.

Está claro que Isabel Díaz Ayuso influida por el peligroso Miguel Ángel Rodríguez,  ha sido una absoluta irresponsable, y con su comportamiento ha puesto en grave riesgo a los habitantes de Madrid, creando un conflicto innecesario con el Gobierno del Estado. 

Pero también resulta evidente que Pedro Sánchez ha sido capaz de rememorar la célebre frase de Alfonso Guerra: “cuando el enemigo se equivoca hay que dejarle hacer”, quizás influido por ese otro peligro que supone Iván Redondo.

Rodríguez y Redondo han desarrollado su pelea arreando los guantazos en plena cara del resto.

El problema es que aplicar esa máxima ha puesto igualmente en riesgo a toda la ciudadanía y eso no puede ni debe hacerlo ningún dirigente que se precie.

Dejar cocerse en sus propios errores a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, para justificar tomar medidas que se debieron tomar hace días, resulta tan insensato como la actitud de ella.

Así vimos entre perplejos e indignados que su absurdo jugueteo trae consecuencias esperpénticas. Observar a las 4 de la tarde del viernes 9 las cámaras de la DGT de las salidas de la capital, repletas de madrileños huyendo sin ningún control hacia sus añoradas vacaciones, ponía los pelos de punta de las gentes sensatas (cada vez menos).

Preguntarnos cuántas de esas miles de personas estaban exportando el virus, hacia zonas que ahora se encuentran en tasas bajas de incidencia, cuando menos produce una profunda preocupación.

¿Cómo han permitido todos estos dirigentes que tenemos, aquí y allí, que esto se produzca? ¿Es que ninguno ha tenido la lucidez de preverlo? 

Si se ha permitido por dejadez o incompetencia mal, pero si se ha hecho para utilizarlo contra el enemigo político mucho peor aún. Y surgen dudas de que haya sido así. 

Por otro lado desde donde escribo esta reflexión me pregunto también por qué Madrid sí y Navarra no.

Con tasas terribles de incidencia, el lunes 12 más de 600 nuevos infectados de una población de 650.000 habitantes, con más del 18 % de positivos y las UCI al 27 % resulta sorprendente que al menos Pamplona y comarca no estén ya confinadas, o al menos con restricciones serias de movilidad.

Las medidas anunciadas el domingo por su Presidenta, María Chivite se asemejan demasiado a las de Isabel Díaz Ayuso. ¿Por qué a esta se la frenó en seco y a aquella no? ¿Es Chivite la nueva Ayuso?

El peligro de extensión de la pandemia es mayor aquí que en Madrid y  puede tener efectos devastadores en otras zonas limítrofes a no haber fijado limitación de movimiento.

Como socialista me dolería que se pudiera pensar que no se interviene, porque precisamente su presidenta es de este color político.

Entre todos (la clase política en su conjunto) la mataron y ella (salud, sensatez, democracia, España) se murió, mientras la ciudadanía sufre y sufrirá la incompetencia de todos y todas nuestros dirigentes. Qué pena. 

Veremos…