Tempus fugit

Quien no extrae, produce, y quien no produce, consume, y eso esboza una filosofía.

Hermes y Maia, ánfora de la Ática, 500 aC
photo_camera Hermes y Maia, ánfora de la Ática, 500 aC

Cedemos demasiado tiempo hablando de la situación general de la economía mientras aumentan sus daños en la biodiversidad. Damos vueltas y vueltas sobre el antropocentrismo, el extractivismo, el consumismo, el productivismo, y repetimos toda esta ristra de palabras que definen lo mismo: Patriarcalismo. Leemos estas palabras y solemos acabar reflexionando sobre la “igualdad” que maltratan estos términos, o sobre la “libertad” que se reduce con ellos, y acudimos a estas palabras que son lo que llamamos “abstracciones”: un conjunto de conceptos que nos sirven para explicar actualmente a las sociedades, según tengan una ley, un derecho, una ética, o un orden. Estas abstracciones han regulado los últimos siglos de la humanidad y con ellas hemos llegado a estas décadas de daños en la situación general de la economía y del clima. Sin embargo, hay quien desliga las décadas de libertades y democracias de sus consecuencias, un error que recuerda al de separar el Imperio Romano del arrasado de bosques que llevaba a cabo, y eso es un análisis sesgado para cualquier historiador. Salvo para el actual, claro, que hay quien muestra a estas abstracciones impolutas en su responsabilidad. No nos queremos dar cuenta, pero esta fórmula de vida ha dañado el clima, la geología, la biodiversidad, y también el pensamiento actual, que se ve limpito cuando está seriamente dañado por abstracciones como éstas. Con la “libertad” hemos realizado auténticas locuras y ha sido fundamental provocando estos daños, con ella y con la “ley” nos dábamos permisos y tratados con el fin de arrasar lo que se nos antojaba, desde una montaña para una mina hasta un Amazonas para dos industrias de madera y alimentos, y daba bastante igual mencionar las consecuencias: se podía, se hizo, y todavía se hace: estaba bien visto talar un bosque y sacar unos beneficios de esa macarrada, y ahora es una moda llenar ese descampado con energías temporales fabricadas con más recursos temporales. Aprehendemos mucho en ello y no parece que aprendamos, con lo que estos términos describen una actitud, una forma, una metodología, y se describe así por más que queramos separar la idea de “imperio” de su método. Quien no extrae, produce, y quien no produce, consume, y eso esboza una filosofía que ha pasado por encima de la libertad de otras geografías, aunque ahora es un comportamiento que pasa por encima de la libertad de mañana. El individualismo que desprende esta actitud del ser humano ha sido sostenido con una mecánica muy tramposa: si no hemos tenido permiso para hacer algo (ley), lo hemos comprado o lo hemos obtenido con una campaña mediática, o con una guerra, y pocos análisis mencionan esta obesidad de la libertad. Más aún, la defienden, y la separan de sus consecuencias, dado que es una actitud no es complicado atisbar que la “libertad” también colapsa en su clima filosófico y está como el aire que respiramos: contaminada y pendiente de dar a luz alguna consecuencia que desconocemos. 

Asumimos que no hay alternativa que supere a la “libertad” y, a la vez, escuchamos propuestas para avanzar en su consolidación en espacios donde quedaría sesgada, y eso es contradictorio, porque ya no es libertad si la medimos por partes o si la establecemos distinta en la mina de litio y en la oficina de Manhattan. Y seguro que entenderíamos leyes haciendo imposible la arrasada de un bosque, de una montaña, o estaríamos de acuerdo en imposibilitar esa manía de comprar aguacates en el hipermercado del extrarradio, pero seguiríamos contradiciendo la definición de “libertad” si entendemos que la humanidad es mucho más que la sociedad de nuestro continente. Con esta conciencia actual resulta complicado trasladar que hay tipos de libertades, pero es así, y con ello confirmamos el método capcioso y esta actitud indescriptible de creernos con románticos principios filosóficos cuando, en realidad, son un sumidero que ha arrasado el planeta. Nos hemos metido tanto en esta contradicción que creemos que son principios pulcros y amigables, pasa con la libertad o con el progreso, y pasa lo mismo con la ley que los ha regulado. Nos los repetimos una y otra vez y creemos que aferrándonos a ellos vamos a alcanzar algún cambio que nos permita librar las consecuencias de tenerlos interiorizados, y por eso no cambiamos nada, porque seguimos contaminando y nos mantienen a la espera de unas consecuencias científicamente comprobadas. Al vestir un cambio acudimos a la “libertad”, a la “igualdad”, y a toda una lista de abstracciones que no permiten salir de su espiral, lo que da a entender que tenemos muchos reparos (miedo) a cambiar nada sustancial; estructural. Para dejar esto atrás sería interesante llamar a cada propuesta con su palabra y dejar las trampas y autoengaños: a la imposibilidad de arrasar bosques o geografías enteras mientras el resto de la vida circula con ese “sesgo” se le llama sinergia, “agonismo”. Confundirlas no es casual, es una actitud, y ésta obedece a unos principios filosóficos que han sido los que la han inoculado en nuestra cabeza, si atendemos estos principios tal vez podamos cambiar nuestra conducta en lugar de seguir repitiendo la historia de los últimos tres milenios. Los puedes ver con la radical de Ortiz-Osés, que los estudiaba en lo que llamamos de forma completa: Hermenéutica del Patriarcalismo y el Matriarcalismo, o “metafísica del sentido”. 

Antropocentrismo es una percepción que hace imaginar todo lo que nos rodea como un complemento de nuestra presencia en el mundo: somos el centro de todo lo demás. Creemos que todo depende de nosotros y está ahí para nosotros y, desde entonces, miramos el mundo con nuestras necesidades puestas entre el mundo que observamos y nuestro cerebro. Fue el principio que señala directamente a la disminución de recursos porque con éstos fabricamos las necesidades que alimentan ese centro y, ahora que las necesidades se cuentan por millones, con él nos hemos hecho recurso y necesidad de otros ojos, y no podía ser de otra manera: complementos de nuestra percepción y comportamiento. Lo vas a ver: percibiendo desde un móvil o con el comportamiento sobre la mujer, por poner dos ejemplos nítidos de percepción y comportamiento. Aunque los puedes ver sibilinos: en la moda o en un viaje al extranjero. En el sistema anterior al Patriarcalismo, existimos como elementos dentro de un todo que llamaban “cosmos” y, en él, la tierra ejerce de recipiente nuestro: un panteón. A este lugar maravilloso de fauna, flora, y geologías, y al modo de pensar que señalaba a la tierra como habitáculo de elementos, lo denominamos “geocentrismo”, una palabra que, por cierto, no está fundamentada en creer que la tierra es el centro del sistema solar; esa es la versión griega. En el sistema natural, el anterior, que carece de delimitaciones y “centros”, veíamos la tierra como un panteón en el que existimos junto a muchos elementos en un cosmos de elementos y panteones, y eso no es lo mismo que “centro”. Además, está claro que no eres solcéntrica o bigbangcéntrico por más que esta Tierra gire alrededor de aquel sol o después de aquel bigbang, Racionalmente si, pero nuestros pies caminan aquí y sobre este tiempo, así que desviar nuestra percepción del mundo y ponerla en la libertad y en el exterior del planeta hizo dejar de respetar la Tierra, que es quien está en medio. Al dejar de existir en un cosmos pasamos a ser humanos sobre un panteón que ya no era tal y bautizamos al “mundo” con esa palabra; antes era “moenia navis”, “muros de la nave” en Ovidio o Lucrecio. A partir de ahí, el mundo es el lugar del que extraer y hacer complementos que dieron lo que llamamos “urbanidad” y “progreso”, términos que establecieron cientos de métodos para crear abstracciones, proyectarlas, y hacerlas un complemento nuevo (materializar). Pueden ser materiales, visuales, y hasta psicológicas estableciendo confusiones sobre principios o percepciones nuevas, como las fronteras. Actualmente, una “abstracción” ya es la definición de casi todo lo que se te ocurra en estos años de “todo complementos”, este exceso es uno de los indicadores de la cercanía de un colapso, y será uno más, puesto que los habíamos visto idénticos en fuentes históricas, y puede que el último si contamos que el escenario que quedará después no es el de las ocasiones anteriores. 

Una de las hojas con la letra indígena en un manual de exorcismos

Una de las hojas con la letra indígena en un manual de exorcismos. Foto: desde el móvil de Pablo Arrieta

Indagando en este universo de principios filosóficos es fácil entender que somos formalmente “iguales” con nuestro código de barras o identificación, nos identificamos, y con esta identidad percibimos (y describimos) la comodidad de nuestra presencia en el planeta. A ella le adjuntamos unos complementos que le otorgan una flexibilidad que las distingue entre las otras con: un oficio, un coche, una moda, y hasta nuestra descendencia, que la hemos hecho complemento de un pésimo planeta. Los complementos son los que mantienen lleno el vacío que deja la línea del antropocentrismo y la libertad, una línea de la que estamos con ese trabajo que paga ese coche, esa casa, esa luz, o esa calefacción si la hubiere, porque no es igual en todas partes. Así entonces, salir de esta línea que ha hecho girones el planeta y el pensamiento humano puede ocurrir por iniciativa nuestra, o cuando la línea que creíamos eterna se acabe, y se ha demostrado que acaba; de hecho, el tiempo apremia y se puede salir de la línea si aprovechamos ésta nuestra posición en el tramo final, que es donde se ven exagerados los gestos de cada principio filosófico en colapso. Son pocas salidas, algunas las has leído y parecen llamativas, pero aún quedaría mencionar la más sorprendente para la actualidad de las ciudades: el principio de la “estática”. 

Recuperar los restos de las ciudades de Motza, en Jerusalén, y de Gobekli Tepe, en Turquía, ha abierto, de nuevo y para confirmarlas, las hipótesis del movimiento de la humanidad anterior a la parada en ciudades. En estos yacimientos aparecieron piedras que señalan unas guías astrales de un calendario anual y plurianual que sugieren una “humanidad en movimiento”, esta humanidad anterior confrontaría con la estática que hizo triunfar al sistema del Patriarcalismo sobre el Matriarcalismo de esas piedras. Empezaría cuando a alguien se le ocurrió aislarse en una ciudad más del tiempo que marcaba el calendario, dicho coloquialmente, con lo que, al quedarse, hicieron de ese lugar un sumidero de recursos que extrajo su derredor (ciudades-estado). Al crecer se quedó sin recursos aledaños y fue a por otras zonas cercanas mientras la humanidad seguía moviéndose con el calendario natural. En ese escenario, las “ciudades” como Motza y Gobekli Tepe existían, aunque pintan visitadas cada cierto tiempo y no en el papel de lugares de estancia perpetua, y esto señala a hoy desde aquella prehistoria sin Patriarcalismo. Al reconocer un calendario que alternaba geografías, la fauna y la flora del lugar donde habían estado permanecía natural al moverse a otras, desplazándose con un calendario de astros, de manadas estacionales, y un pequeño etcétera: uno años en unas zonas y otros años en otras. Esto puedes verlo en la costa atlántica y los históricos bagaudas, que se reunían en fechas de ese calendario en lugares desde Galicia hasta el norte de Europa y los Alpes, un vasto recorrido que explican las piedras de esas ciudades del 9.000 aC en Turquía y Asia Menor. 

Olvidar la cantidad de sufrimiento que provocó el aislamiento y el sumidero que fue cada ciudad durante aquellos milenios anteriores a la Antigüedad hace que veamos dolorosa la propuesta de acudir al movimiento en la actualidad. Parece lejana, imposible, y más que dolorosa, seguro que no te imaginas circulando por el continente, aunque, a todas luces, es una mecánica bastante más racional que la del ecocidio y el engaño que supone el Patriarcalismo, y es una alternativa que puede y debiera ser estudiada, al menos para proponer un barbecho, tal vez geográfico, o tal vez en porcentajes locales. Replantearlo todo parece doloroso y es nada comparado con aquel dolor del principio del Patriarcalismo, exige cambios fundamentales después de siglos de arrasar el planeta tras eliminar los principios del sistema anterior y a quien los sostuviera, lo vemos en batallas, en las migraciones e invasiones, y en pactos y raptos geográficos, se puede estudiar en un número, en una palabra percibida como un simple nombre (abstracción), o cuando leemos la narración de la fundación de una ciudad. En las ciudades se censa a personas y se hacen leyes para extraer recursos y producir necesidades para crecer y progresar, una espiral que comenzó a girar hace unos 3.000 años, en las décadas de Roma arrasando territorios enteros y capturando personas a la vez que recursos. Era la civilización, un Patriarcalismo, y tiene escalones de evolución en los que podemos verle haciéndose poco a poco a sí mismo, con la ola romana impuso la ley de vivir en ciudades de manera perpetua y materializó permisos para capturar esclavas y libertos dentro de un movimiento humano que circulaba frente a las ciudades del continente. Lo dicen las fuentes históricas: que decenas de batallas tenían como fin obligar a bajar al plano de su ciudad, y que “cazar bandidos” en las vías era un deporte en Roma “igual que la caza del ciervo” (Ausonio). Describen que la humanidad que vivía en ciudades no era mayoritaria, pero no lo ponen textualmente, con lo que podríamos decir que la humanidad anterior al Patriarcalismo de esas fuentes, ya reconocía que vivir en ciudades era contraproducente. Y no solo pensaban así en la humanidad matriarcalista de ese tiempo, en el siglo V dC miles de personas que habitaban en el Racionalismo de las ciudades “huyen con los bagaudas”, que era el nombre que pusieron a quienes se reunían en las fechas del calendario natural en el occidente europeo (Salviano). 

Siglos después, la demografía de la zona matriarcalista era de las más numerosas de la Tardoantigüedad, pero con el Medievo y tras perseguir incansablemente a indígenas y paganos, el Patriarcalismo llegó casi solo al siglo XVII y mutó en Racionalismo para darnos el actual Capitalismo, que es su versión económica. El Racionalismo se creó al mezclar el mercado de las ciudades del medievo y las posibilidades universalizadoras de las leyes absolutistas, dicho llanamente. Las diferentes necesidades sobre esa mezcla materializaron el liberalismo, el socialismo, o, incluso, el anarquismo, aunque también es un método científico. En suma, es una mutación del Patriarcalismo que sirvió para asentar otras muchas, no solo políticas o deontológicas, tuvo protagonismo en otras como la religión, la geografía, o las relaciones interpersonales. En este último escalón en el que estamos se pueden ver los otros y su evolución sugiere una muy actual y que nos concierne: fuimos cuatro estratos sociales; César nos redujo a tres; el poema de Adalberón del siglo XI los confirmó en los “oratores, bellatores, y laboratores”; y hoy, con la mezclanza del XVII, pasamos a distinguirnos en “ricos y producción”, que son dos. Siguiendo esta línea vamos camino de un solo estrato, y parece evidente que ninguna cabeza en su sano juicio puede aspirar a ser “rica” si no hay recursos y clima con los que materializar complementos.