Opinión

Regalar no es saber disfrutar

Se dice por doquier, pero no se corrige el error ni se cambia el mal hábito...

Un fin de año más, nuestros niños han recibido una cantidad ingente de regalos de Navidad, con personajes como Olentzero, Papá Noël, los tres Reyes Magos, el Tío Narices, Fin de Año, encuentros familiares, falsos cercanos, amigos invisibles y un sinfín de motivos más que prodigan que malcriemos a los pequeños con detalles a los que, evidentemente, son incapaces de dedicar ni cinco minutos, porque no les damos tiempo ni de jugar con su repleta agenda semanal de actividades varias, y porque cuentan con una cantidad tan extensa de cacharros innecesarios, que es imposible que sepan disfrutarlos.

Nos damos cuenta en el día a día, pero no caemos en la cuenta ni encontramos la fórmula adecuada para saber cortar tanto regalo y darle al menos un mejor sentido a toda esta locura consumista en la que su mejor estímulo es abrir y abrir cajas, bolsas y paquetes que, en realidad, no necesitan.

Las más de las veces no saben jugar con libertad por las calles, como hacíamos nosotros, porque los sobreprotegemos como gallinas bajo nuestros pantalones, y en otras ocasiones están tan abotijados de cosas que no hacen caso ni de peladillas, caramelos y otros dulces, golosinas o chuches que les caen del cielo en cabalgatas, procesiones, comercios, cumpleaños y mil eventos en los que nunca falta el motivo infantil para alimentar estos excesos... ¡En lugar de tantos tarros, mejor sería que les diéramos más frecuentes e intensos besos y brazos!

Mariano Navarro Lacarra

Director