Opinión

Procesos básicos: Vinculación y aceptación

Todos los profesionales de la educación reconocemos la importancia que tienen los primeros años de vida en la formación de esquemas cognitivos que regirán su comportamiento posterior. Sus primeras experiencias de amor, alegría, simpatía o al contrario de ira, recelo, temor… irán formando el “estilo de vida del niño/a”.

El descubrimiento de los otros conlleva dos procesos básicos; vinculación y aceptación. Si comprendemos como se producen dichos procesos entenderemos con mayor facilidad al niño/a que tenemos delante. Para ello hay que tener una actitud abierta y realizar una observación activa en todo momento.



Al hablar de vinculación, hablamos de apego, ese conjunto de sentimientos que el niño/a siente hacia una persona, sentimiento de seguridad y que en el caso de la ausencia de esa figura de apego se convierte en ansiedad.

Esta figura de apego se forma durante el primer año de vida. Al acceder a la escuela se amplía el campo del discente de socialización y la maestra pasa a ser una nueva figura de apego. La entrada al centro educativo suele ser un momento de conflicto interno para el alumnado ya que pasan de un entorno muy reducido que ya conocen (la familia), a un círculo más amplio en el que se dan un mayor número de relaciones y con unas nuevas normas y límites.



Será también en esta etapa cuando el niño/a se relaciona con sus iguales. Este hecho le ayudará al desarrollo personal ya que la presencia de compañeros/as que le discutan sus pretensiones egocéntricas le serán muy provechosas para quitarles la idea de que son el centro del universo.



Para relacionarse con sus iguales van probando distintas estrategias. Tanto si es él o ella el o la que inicia la interacción a través de un acercamiento social como si es el receptor de la conducta social, va probando cual es la mejor estrategia en cada caso.



No es extraño encontrar estrategias agresivas; golpear para quitar un juguete, gritar, empujar… Esto puede ser porque el/la menor ha cometido un error en la percepción de las claves sociales o por algún tipo de interferencia emocional.



También encontramos estrategias positivas en las que el alumnado no hace nada por participar en la interacción.

En conclusión, tienen que ser ellos/as mismos los que descubran que estrategias utilizar en cada momento, pero es nuestra tarea guiar siempre hacia las estrategias positivas.



Es aquí donde entran el resto de la sociedad adulta, no permitiéndoles conseguir sus objetivos cuando utilizan estrategias no adecuadas y ofreciéndoles siempre alternativas correctas a sus actuaciones.