Opinión

¿Otra carga para los autónomos?

¿En el año 2020? ¿qué más nos puede pasar? No quiero dar pena, pero sí pedir al Gobierno que recapacite si de verdad cree que es la solución a la Seguridad Social subirnos la cotización a los autónomos y el IVA de la sanidad privada al 21%, entre otras subidas de impuestos. Dicen que los que ganen menos del salario mínimo interprofesional pagarán menos y que los autónomos podremos elegir lo que pagaremos de acuerdo con los ingresos previstos. Suponer que vamos a decidir la cotización es una ilusión por que, si esos ingresos previstos son superiores en la realidad, tienen previsto recaudar la parte correspondiente de ese ingreso (por el que no se ha tributado) al año siguiente. O sea, lo que no pagues hoy, lo pagarás el año que viene. 

Le pido al gobierno que recapacite. El 80% de los autónomos pagamos la cuota mínima a la seguridad social ¿se ha preguntado alguien por qué? Quizás sea porque no creemos en que se vaya a cobrar pensiones. Y ¿Por qué los autónomos nos pagamos una sanidad privada si no nos cogemos bajas? La explicación es bien sencilla. Si enfermo no trabajo, si no trabajo no facturo y si no facturo no cobro. No somos especiales, solo sabemos que hay que pasar las enfermedades currando. Por eso contratamos un seguro privado, porque ¿cómo vamos a esperar 3 meses a una resonancia magnética o a operarnos? Y vamos al fisioterapeuta a las 8 de la noche, y nos ponemos una férula en el brazo para poder seguir en el tajo. Hay otra consecuencia de pagar sanidad privada, y es que dejamos nuestro hueco para que otro lo use. Si suben el IVA del seguro médico privado al 21% (hoy está exento), muchos tendremos que darnos de baja. Rezaremos y nos cuidaremos mucho para no caer enfermos y tener que ponernos en la cola de las listas de espera de la sanidad pública. 

Vivimos en la era de la anti-meritocracia. A los mejores trabajadores, a los más cualificados (que son los que más valor generan para sus empresas y por extensión para la sociedad) se les ponen los mayores impuestos que superan el 50% de sus ingresos de IRPF. Sin olvidar el 21% IVA, y el impuesto a los hidrocarburos, etc. Y pagar tantos impuestos ¿a cambio de qué? De una sanidad atascada, de unas pensiones que caminan hacia la quiebra (conste que no lo digo yo, que ya lo dijo Octavio Granados, secretario de estado de seguridad social, en 2018). 

Cuando hay un déficit hay varias opciones para solucionarlo. Una subir ingresos, en la administración los impuestos. Otra reducir gastos, los recortes, y una tercera que no se escucha ni por asomo, mejorar la eficiencia para ser más productivos. La primera solución puede generar el efecto contrario por vía de deserciones y mercados negros (habrá que recordarles la Curva de Laffer; subidas de impuestos a partir de determinado nivel recaudan menos). Los recortes generan manifestaciones y acusaciones de “austericidio” promovidas por todos los que viven del maná público. Algunas administraciones se parecen más a una gestoría de los años 60 que a una del 2020. La eficiencia requiere gestores a la altura de las circunstancias. Pero me da en la nariz que esos no están en la administración, sino que los han fichado las mejores empresas. 

Se nos está quedando una sociedad que da miedo. Y da miedo porque vemos demasiados jóvenes que, alentados por algunos partidos, solo piensan en recibir ayudas públicas. Quizás lo promueven porque los estómagos agradecidos son votantes fieles. Pero ¿cómo va a ir bien un país donde tantos quieren chupar de la teta de las ayudas? Si el Gobierno da algo es porque lo ha cogido antes a alguien. Y ese alguien somos los currelas y las empresas, somos los ordeñados, a los que el Gobierno debería cuidar para que saliéramos de esta crisis y pudiéramos aportar nuestros beneficios a la sociedad en forma del trabajo que desarrollamos y en los impuestos que pagamos. Cuando terminamos de estudiar en los 90 a nadie se le ocurría pedir nada al Estado, y eso que el paro era superior al actual. Queríamos trabajar y nos fuimos buscando la vida como mejor pudimos. No te cuento ya mis padres, a ellos ni se les ocurría esperar nada que no ganasen con el sudor de su frente. Hoy estamos en la sociedad de los derechos y de los sentimientos; yo me siento marginado y por eso tengo derecho. Se está institucionalizando la envidia de lo ajeno. Se está demonizado al rico como un ser egoísta y confiscable. Unos ricos que en realidad somos la clase media. Esa clase imprescindible en las democracias liberales. ¿A dónde nos conduce todo esto? ¿de verdad es esa la sociedad que queremos para nuestros hijos? Espero que sepamos rectificar a tiempo. 

Carlos Medrano Sola es economista en
www.eximiaconsultores.com