Opinión

La noche de San Juan quemé un ovillo

Reconozco que no me ha ocurrido lo del año pasado, cuando me silenciaron un artículo de opinión que me costó escribir más de tres días. Otramotro me afeó el gesto, por indigesto, y me reconvino. Fue más que generoso conmigo al acompañar su reprimenda con tres o cuatro razones de peso, pero ahora solo recuerdo, fielmente, esta, prudente y sensata: “Si tú reclamas aquí, ahí y allí, donde sea, tu derecho a escribir con absoluta libertad de cuanto te pete, para ser coherente, consecuente, has de reivindicar también y, en el caso de que caiga dicha instancia en tu negociado, conceder ese mismo derecho a las/os responsables de opinión de los periódicos a los que remites tus colaboraciones literarias y, así, a los aludidos, de los que, por cierto, he eludido mencionar sus nombres y/o apellidos, brindarles la oportunidad de que puedan decidir, o sea, elegir publicarlas o no”.

Esta vez no he pillado un berrinche; ergo, la mentada (que no lamentable) reprensión fue aleccionadora. Ha influido mucho y, así mismo, contribuido a ello el hecho concreto de haber tenido conocimiento somero de las seis calabazas (en sentido estricto, calladas por respuesta o atronadores silencios), seis, que había recibido Emilio González, “Metomentodo”, heterónimo y amigo íntimo del creador de ambos, entre otros muchos seudónimos, Otramotro. Insisto. He abortado la esperada rabieta, al enterarme de lo que no me cabía en la cabeza, por parecerme inconcebible, que la estupenda semblanza que había urdido él sobre “la mujer del momento”, Iris Gili Gómez, la tuvo que publicar Otramotro aquí, en su bitácora de Periodista Digital, porque los tres periódicos canarios a los que la envió y, asimismo, tres diarios de Madrid, de tirada nacional, a los que hizo lo propio, en el caso de que algunos de los trabajadores (ellas y ellos) de los tales llegaran a leerla (acto que pongo en tela de juicio), rechazaron publicarla, por la (sin)razón que fuera, o por considerarla de escaso valor literario (increíble, a todas luces) o, sencillamente, por tratarse de una inconcusa patraña. ¡Tiene narices la cosa! ¡Como si en las páginas de esos no nombrados mass media no hubieran visto nunca y no vieran, de cuando en vez, o de vez en cuando, la luz ficciones, noticias falsas!

Para no poner en un compromiso a Otramotro, he tomado el atinado derrotero inesperado (hasta para mí) de hacer un ovillo (no un novillo) con las copias que había sacado del escueto retrato moral que había culminado de Iris; y, como hoy, que agavillo estos “renglones torcidos” (como le gusta trenzar a Otramotro), es martes, 23 de junio, festividad de santa Agripina y san José Cafasso, entre otras/os, según el santoral, víspera de la Natividad de San Juan Bautista, quemarlo esta noche y salvar las líneas a las que me dispongo a dar remate con la traducción de dos latinajos: “Feci quod potui, faciant meliora potentes” (“Hice lo  que pude; hagan quienes puedan cosas mejores”) y “Finis coronat opus” (“El fin corona la obra”).

Eladio Golosinas, “Metaplasmo”.