Opinión

Sin miedo no hay coraje para el cambio

Ha pasado un siglo desde la última pandemia global calificada como la más devastadora de la historia, la mal llamada gripe española de 1918-1920 que posiblemente surgió en marzo, en Fort Riley –EE.UU. España dio a conocer el problema y se quedó con el nombre, mientras otros países de Europa y América, y a pesar de sufrirla, miraron a otro lado para seguir batallando en la primera guerra mundial que finalizó en noviembre del 1918. Una gran parte de los habitantes del planeta que sumaban 1.650 millones, se contagiaron y murieron entre 40 y 100 millones de personas. Muchos jóvenes y también del resto de edades.

Ante el miedo a la enfermedad y la muerte, las gentes se concentraban en torno a los centros religiosos para rezar a su dios. Allí se les influía para que pensasen que era un castigo divino, porque cometían pecados. Y lo que ocurría es que se contagiaban más, porque aquel virus es de la familia del que ahora nos ha venido a visitar de nuevo, en marzo de 2020, sin haberle siquiera invitado.

En estos 100 años el mundo ha cambiado -el agua potable, la higiene, la alimentación, la sanidad, la tecnología, la ciencia, la economía, la educación, en poco se parecen a lo que ahora tenemos una parte de los 7.700 millones de habitantes, de los cuales cuentan con 65 y más años, 700 millones, nunca antes conocida esta cifra.

Hasta que no han mandado parar y nos han obligado a quedamos en casa para salvar la vida de los nuestros y la propia, vivíamos como si no hubiese un mañana, sin tiempo para lo importante, siempre corriendo, sin poder llegar a la meta porque ésta seguía alejándose. El consumismo de los países ricos, la globalización sin normas que acrecientan las desigualdades, el hambre, los desplazados, la contaminación, la España vaciada, la desertificación, etc. Pero el coronavirus COVID-19, lo ha cambiado todo. Tanto China, donde se inició la pandemia, como Europa, hoy muy afectada, han mandado parar. Parar los países, parar su economía hasta ver como vencer al virus que prevén pueda matar a un 3% de la población mundial, sino se hiciese nada.

Llevamos pocos días de encierro obligado y ya nos damos cuenta que el sistema económico hace aguas, que volverá la crisis económica, el desempleo, las dificultades, la ruina para demasiada gente. Otros ni siquiera podrán contarlo. Pero también nos está enseñando este virus, lo que es el distanciamiento social, la soledad, los cuidados, el medio rural protector, el metro y medio, el teletrabajo, la información en redes, las reuniones telemáticas y la solidaridad entre generaciones, ya que en esta ocasión, son más los mayores que sufren su mayor letalidad, frente a otras edades.

Nos creíamos dioses y solo somos homo sapiens que nos contagiamos de otros animales, como ha ocurrido siempre a lo largo de nuestra historia. Ahora tenemos el conocimiento y la tecnología que podría haberlo evitado, pero nos encontró mirando para otro lado. Y yo me pregunto, ¿que se habría hecho sino no tuviésemos un teléfono inteligente entre nuestras manos?

“De nuestros miedos nacen nuestros corajes, y en nuestras dudas viven nuestras certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible” dice Eduardo Galeano.

Ana Isabel Esteban
Presidenta Solidaridad Intergeneracional