Los farmacéuticos este año, a nuestra habitual labor asistencial, le hemos añadido una gran dosis de cariño, unos gramos de valentía, muchos de vocación sanitaria y junto a nuestro excipiente habitual, la voluntad de servicio, nos ha salido un medicamento muy útil para paliar los efectos secundarios del coronavirus. Con este medicamento hemos ayudado a combatir el miedo y la soledad de los colectivos vulnerables. Hemos mantenido nuestras puertas abiertas, al inicio sin ninguna protección, siendo el único establecimiento sanitario al que los ciudadanos podían acercarse para resolver sus dudas. Hemos entregado cientos de los tratamientos a domicilio para evitar exposiciones innecesarias y hemos hecho algo no tan propio de nuestra formación, pero muy necesario, hemos escuchado.
Desgraciadamente, también hemos soportado declaraciones muy poco afortunadas, injustas y desconsideradas de boca del Sr. Simón. No importa, no trabajamos para recibir halagos del portavoz. Nuestro motor son los pacientes y ellos nos trasmiten su agradecimiento cada día. Tenemos su cariño y la satisfacción del deber cumplido.
Me consta que no sólo los farmacéuticos usamos este medicamento, porque hay muchos colectivos más, sanitarios y no sanitarios, que han puesto todo su empeño en hacer la vida de los demás un poquito más fácil durante la pandemia. A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.
