Según datos del Padrón Continuo del Instituto Nacional de Estadística, INE, dados a conocer por el departamento de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra, la población de origen inmigrante aumentó aquí en 7.546 personas en 2019. Así, los ‘forasteros’ aumentaron entre nosotros de 99.013 a 106.559 personas, que supone ya un 16,12% del total de las 660.887 almas que habitan nuestra comunidad.
El dato es natural y no nos alarma. Siempre hemos sido una tierra de paso, que ha acogido a todas las culturas y todas las gentes extrañas, las más de las veces, con más cariño y atención que el mimo y dedicación prestado a los propios lugareños. Ahora bien, preocupa que esa población que nos complementa como sociedad responda a unos perfiles que nos han prestado atención por las ingentes ayudas sociales que nuestras forales arcas brindan. Y el efecto llamada de las políticas sociales realizadas al efecto por el Ejecutivo es indiscutible, guste o no reconocerse.
Debemos a la inmigración atender nuestros campos y esas verduras de las que tanto nos jaztamos y nadie quiere ir a recoger. Y también son ellos quienes en mayor y mejor medida están atendiendo a nuestras personas mayores y dependientes, pero eso no quita que se deba prestar atención a cómo evoluciona esta tendencia demográfica, por el bien de todos. No debemos olvidar que “por la caridad entra la peste”.
