Opinión

La corrupción no sólo es económica

La corrupción económica entre los políticos lleva ocupando las portadas de los periódicos desde hace unos años. Bienvenida sea la denuncia. Era un tema que la democracia tenía pendiente y que había que atajar en una lucha sin cuartel para moralizar la vida pública. Debe ser una actitud de “no retorno” y de continua vigilancia, porque es fácil volver a las andadas.

Hay otras corrupciones, tan graves como las económicas y que se dan a diario sin que tengan eco en la opinión pública, adormecida por tanto dislate que con ella se utiliza.

Los políticos con frecuencia esgrimen medias verdades, y a veces incluso mentiras, para denostar al adversario o para sacar rédito electoral. El “todo vale” para manejar a la opinión, es habitual en el discurso de muchos. A veces, los argumentos son tan simples y groseros que no se mantienen, y se vislumbra claramente que son sesgados. Intentar engañarnos para utilizarnos, eso, también es “corrupción”.

Algunos jueces, dependiendo qué partido les ha votado para formar parte del Consejo del Poder Judicial, o de sus preferencias ideológicas, deciden sus imputaciones e incluso sentencias, llevados por su ideología dependiendo a quién juzguen. Es la perversión de su trascendente función. Este proceder es “corrupción”, tal vez la más grave porque socava los cimientos del derecho de los ciudadanos a una justicia imparcial.

"Necesitamos moralizar la vida pública y la privada. No debemos permitir que los grandes poderes económicos nos exploten"

 

Algunos periodistas, sesgan las noticias, cuando no, ponderan con entrevistas preparadas a determinados políticos, intentando ridiculizar, y a veces hasta envilecer, al adversario. En vez de hacer información para que el ciudadano decida, utilizan informaciones sesgadas, incluso manipuladas, junto a frases o axiomas, unidos a carga emocional para que sean más eficaces. Eso es “corrupción”.

En las redes sociales están aflorando un número no despreciable de personas, cuyos juicios y aportaciones a los debates rayan en la idiocia, en el mejor de los casos, cuando no, en la maldad más pura y dura. Es un segmento de población desconocido hasta ahora, que hace dudar de su nivel intelectual, cuando no de su salud mental por las barbaridades que son capaces de publicar. Tratan de intoxicar, de vomitar su odio.

Necesitamos moralizar la vida pública, y la privada cada cual en su ámbito. No debemos permitir que los grandes poderes económicos nos exploten; debemos defender una distribución justa de los recursos, justicia social, derechos, pero, en la lucha política e ideológica no vale todo. Hay que ser riguroso, buscar la verdad. Precisamos mujeres y hombres libres, no sectarios y corruptos intelectualmente para manipular a los ciudadanos; fundados en valores.

Ángel Cornago Sánchez

Tudelano