A lo largo de su prolífica vida, Joan Miró se sintió atraído por todos los campos de la creación artística. Su actitud receptiva lo llevó a sintonizar en su madurez con la obra de artistas más jóvenes, vinculados al expresionismo abstracto norteamericano y al informalismo europeo. Comenzó a pintar telas de gran tamaño, en las que, a medida que su lenguaje de símbolos y signos se iba volviendo más sintético, la materia, el gesto y el azar fueron adquiriendo una mayor relevancia. Esa misma evolución se dio en su obra gráfica. Miró era ya, en aquella época, un gran conocedor de las técnicas de grabado. Utilizaba con destreza técnicas que dominaba, como el aguafuerte, la aguatinta o la punta seca, e incorporó otras nuevas, como la del carborundo. Al no verse limitado por las dificultades propias de dichas técnicas, pudo enriquecer sus trabajos y dotarlos de una notable libertad expresiva. Las dimensiones de sus grabados se incrementaron, al tiempo que introducía procedimientos propios de la pintura, como el dripping o el grattage, y se servía de utensilios poco ortodoxos o incluso improvisados, siempre atento a las sugerencias de los maestros grabadores.
'Joan Miró. Galería de antirretratos' comprende una selección de 26 grabados de gran formato correspondientes al último periodo del artista (1969-1978), procedentes de las colecciones de la Fundación Joan Miró, que visitará el Museo Muñoz Sola de Tudela del 7 de noviembre al 5 de enero.
