Opinión

Democracias manipuladas

Las palabras “demócrata”, “democracia”, “progreso”, “progresista”, son aceptadas por todos. Presuponen que los actos y decisiones de los gobernantes van a ser justos, asentados en las opiniones de los ciudadanos libremente expresadas, con la mirada puesta en un futuro de progreso asentado en estos principios. Son la antítesis de las dictaduras, en las que las decisiones las toma el dictador que a su vez decide qué es lo mejor para la ciudadanía, y lo impone por la fuerza.

Vivir en una “democracia” es una afirmación aceptada por la mayoría. Tal es así que, incluso los partidos y líderes claramente totalitarios, utilizan la palabra “democracia”, “progresista”, como costumbre y sin ningún pudor, para revestirse de legitimidad, aunque su praxis, sea exactamente la contraria, hasta el punto que defienden sistemas totalitarios que intentan aplicar. 

En su fuero interno, se sienten “redentores”, y se arrogan una supremacía moral que les justifica imponer de forma subrepticia, frecuentemente con mentiras, y si no es posible a veces con la fuerza, su particular religión política para instaurar un sistema teóricamente igualitario, en cuya cúspide, como clase dominante y privilegiada, están ellos y ellas, rodeados de su aparato represor. Constituyen la “casta” con privilegios similares a las “castas” de siempre. El resto es masa unificada, manada, a la que hay que aleccionar y controlar, para lo cual se rodean de estrategas de ingeniería social, se compran medios de comunicación fundamentalmente cadenas de televisión y redes sociales, para que sean la propaganda que inunde la los gobernados.

Detrás, suele haber importantes podres económicos en la sombra, que son otra “casta” superior, el motor que alimenta a los “actores”, mediocres pero sibilinos, desnudos de ideales, que están en primera fila. 

Desde hace años, el mundo vive de forma cada vez más manifiesta, en democracias manipuladas. Las democracias se han ido degradando contaminadas por los poderes económicos que están detrás de los partidos. También, por el bajo perfil intelectual y moral de la mayoría de los políticos que nos está tocando vivir, muchos de los cuales no han trabajado nunca en otra actividad que no sea la política, y su ascenso se debe fundamentalmente a la sumisión a los poderes establecidos, más que a sus propios méritos. Por esta razón pululan en la vida pública una pléyade de personajes mediocres, que están rigiendo ayuntamientos, comunidades, incluso el país entero. El tema es muy grave. Son personajes de muy poca capacidad técnica y ética, tal vez astutos, cuyo fin es mantenerse en el poder, no con afán de servicio, sino para acomodarse y disfrutar de él.

Hoy, es más fácil defenderse de la fuerza de las dictaduras, en las que se tiene claro el enemigo a derrocar, que de las democracias manipuladas, fundadas en el engaño sistemático asentado en estrategias y medios de comunicación a su servicio para manipular. Muchos ciudadanos no son conscientes del engaño.