Como opuesto al sufrimiento, tenemos la felicidad. El tesoro que todos buscamos (Dalai Lama, 1999). A menudo hacemos “algo”, para alcanzarla. Una llamada interior nos lleva a perseguir objetivos y metas en la vida, que una vez realizadas nos proporcionan satisfacción (Maslow, 1973). Esta experiencia nos ha hecho aprender que la felicidad “se consigue”. Sin embargo… esto es totalmente erróneo, pues la felicidad siempre ha estado ahí, y lo único que tenemos que hacer es quitarnos la venda que nos impide ver la realidad.
“No es más feliz el que tiene lo que quiere, sino el que quiere lo que tiene”. Pero ¿cómo querer lo que tengo si no me gusta? La felicidad es darse cuenta de que no necesitas nada más de lo que ya tienes (Foster, 2009). Pero esto no se puede alcanzar si no seguimos luchando por aquello que queremos conseguir, a la vez que aceptamos su falta. Tan necesario es el cambio como la aceptación.
La felicidad auténtica está allá donde no se busca. Viene cuando dejas de perseguirla.
