Opinión

Autorrehabilitación

Hace tiempo teníamos un ‘cuarto’, un 'pipero' o un 'txabiske'. Gústese cada uno de llamarlo conforme a su jerga geográfica. El caso es que, como adolescentes de pro, éramos un poco guarretes. Nos costaba remangarnos y agarrar la escoba y la fregona y, claro, aquello desintegraba la convivencia hasta ponerla prácticamente en la línea roja que precede a la ruptura sentimental. El otro día, paseando junto a los parlamentarios que visitaron la Puerta del Juicio de la Catedral de Tudela, me acordé de mi amigo J., un referente en aquellos años dorados.

J., inteligente y creativo, integraba el grupo de los proactivos dentro de la cuadrilla. Pero lo de limpiar nos superaba a todos. A él también. No obstante, un día tuvo una de las mejores ideas que recuerdo para una situación límite de resolución de problemas. Propuso que lo que teníamos que hacer era entregarnos a los designios del azar y la temporalidad, así, en plan filosófico. Entonces, milagrosamente, alguna de las tardes en la que entráramos a nuestro rincón de ocio, nos encontraríamos con las ventanas relucientes y el suelo despojado de su crónico binomio de polvo y pelusilla. Lo llamamos la 'autolimpieza'.

Viendo caminar entre el claustro a Guzmán Garmendia, Mikel Buil, Asun Fernández de Garaialde, Rafa Eraso y Luis Casado -hay que loar que el ex alcalde moviera a sus señorías sobre el terreno, no vamos a ser injustos- elucubré sobre una teoría de la 'autorrehabilitación'. Por qué, no nos engañemos, resultaría fantástico acercarnos un día por la calle Roso y... ¡tatachan! Contemplar sin previo aviso la puerta pintada otra vez, con traje nuevo y 'look' a estrenar, dispuesta a disparar el orgullo de los tudelanos y el alarde de los turistas. Durante la visita, los únicos que preguntaron algo relativo a la puerta, sus características o sus necesidades fueron Luis Durán (Amigos de la Catedral), el alcalde Eneko Larrarte y el concejal de Cultura, Javier Gómez Vidal. De los parlamentarios, solo palabras relativas a la dificultad burocrática de la susodicha actuación y a los conflictos público-privados, además de alguna pulla cruzada. En ese instante de tensión contenida, la 'autorrehabilitación' se presentaba como el único remedio infalible.

Eso sí, a ver quién se precia a jugar el papel de hada madrina. Ahí radica el 'quid' de la cuestión. La teoría de la 'autolimpieza' de mi amigo J. esbozaba un inconveniente que a la mayoría de nosotros se nos escapó. Requería de un ente físico pero imperceptible en el momento de la acción. Es decir, un colega que, sin decir nada a nadie, cual espía secreto, metiera cinco horas por la noche cuando el 'cuarto' empezara a asemejarse a Chernóbil. 'Autolimpieza' en un chasquido de dedos. En el caso de la Puerta del Juicio, el protocolo de actuación firmado en 2015 sigue a la espera del hada madrina. Llámese Arzobispado, entidad bancaria o Santísima Trinidad, en Tudela rezamos para que ese mesías que termine de evitar que la portada se caiga a trozos se alinee finalmente con el bando de los hacedores y no con el de los teóricos.

Mikel Arilla

Periodista y redactor de Plaza Nueva