Psicología

Tolerancia a la frustración

A veces la realidad de nuestra vida o un aspecto de ella, se presenta muy desagradable, incómoda y tal vez incluso insoportable. En tales circunstancias, la respuesta más básica es la “huida”, pero esto no siempre es posible, porque necesitamos eso que nos “hace daño”. Este hecho despierta en nosotros un tipo de neurosis, en el que queremos desprendernos de aquello que nos origina sufrimiento, a la vez que reconocemos nuestra dependencia o necesidad que nos impide alejarnos de lo que nos hiere.

Buscamos desesperadamente la solución a nuestro problema, pero no obtenemos resultados positivos, momento en que comenzamos a desquiciarnos. No podemos aceptar la realidad porque la situación es desbordante, pero tampoco podemos salir del “hoyo” porque lo hemos intentado por todos los medios sin éxito. ¿Qué hacer en esta condición? Cuando nos sentimos impotentes para cambiar nuestra realidad, lo más conveniente es desarrollar nuestra tolerancia a la frustración.

Todos contamos con esta capacidad, pero pocos la tenemos entrenada ya que la hemos subestimado al asociarla con la rendición. Sin embargo esto es erróneo. Ser tolerante a la frustración significa permitir sentirse impotente, lo cual nos ahorra energía para “llegar al final del túnel” sin arriesgarnos a desfallecer en el camino corriendo hacia una salida que todavía no hemos divisado. No se trata de resignación, sino de buena gestión de las propias fuerzas. La mayoría de las veces la solución a nuestros problemas no vine cuando queremos, sino cuando es posible.