Aunque todos transitamos un camino en la vida, no todos nos encontramos en el camino que quisiéramos que fuese nuestra vida. Para saber si estamos en “nuestro” camino, hemos de observar profundamente la vida que llevamos, y preguntarnos: ¿soy quien quiero ser?, ¿estoy con quien realmente quiero estar?, ¿vivo donde me gustaría vivir?, ¿trabajo en algo que me apasiona hacer? Si la respuesta a alguna de estas cuestiones es negativa, está indicando un síntoma de no encontrarnos en nuestro camino. Ante este planteamiento siempre aparece la crítica: no se puede conseguir todo en la vida. Es cierto, pero no por eso deja de ser igualmente cierto que en mayor o menor medida nos encontremos “fuera” de nuestro camino, y esto tiene unas consecuencias en nuestro bienestar espiritual que no se han de menospreciar, porque mientras quede alguna de las anteriores cuestiones sin responder afirmativamente, habremos de saber vivir la parte de nuestro camino “equivocado”, de una forma armoniosa y compatible con las demás partes de nuestro camino “acertado”. ¿Quién es esa persona osada para decirnos que el camino que llevamos es el acertado o no? Nosotros mismos, y la sensación de no sentirnos plenos en ese aspecto de nuestra vida.
Lo difícil es conocerse a uno mismo, y saber lo que realmente queremos y que está en armonía perfecta con lo que somos. Pero el límite para perseguir lo que hemos entendido que es nuestro camino en esta vida, solo nos lo ponemos nosotros, y por ende no es justo culpar a nada ni a nadie, si desistimos en situarnos donde sabemos que tendríamos que estar.
