Psicología

Dejar ir

Aunque lo parezca, en el fondo nunca nos engañamos a nosotros mismos. Sabemos lo que tenemos que hacer. Sabemos cuál es el origen de nuestra infelicidad, y conocemos perfectamente la solución. Sabemos que los problemas cotidianos que nos presenta la vida no son el origen de nuestro sufrimiento, sino la actitud que tomamos ante ellos. Cargamos con una “mochila” que podríamos haber dejado al borde del camino hace tiempo, pero por el miedo o por el apego, decidimos seguir cargándola. Sin embargo, su peso cada vez es más insoportable, y tratamos de manipularnos con historias mentales, con las que justificar todo el esfuerzo (innecesario) que nos supone vivir de una forma que en el fondo, no nos alimenta.

La negativa a “dejar ir”, puede traducirse de dos maneras: no permitiendo que algo o alguien que no nos pertenece, se vaya de nuestro lado; o resistiéndonos a aceptar una realidad que no queremos reconocer. En ambos casos, no estamos fluyendo con lo que la vida ES, en este preciso momento. Han podido pasar años y a pesar de que nada cambia, seguimos enquistados (apegados) a algo que nos mantiene en un estado de “sufrimiento soportable”, por evitar lo que creemos provocará un “sufrimiento insoportable”. ERROR. Ese es el mecanismo egoico que tiene nuestra mente, para mantenernos en una zona de confort, conocida, y segura, en la que dominamos nuestras emociones. Sin embargo, la llamada interior que siempre es atraída por el desarrollo de nuestro potencial, no deja de recordarnos que este estado, nos limita el crecimiento personal.

El camino de la rendición no es la pérdida de la batalla, sino el despertar a la liberación. Rendirse es algo que nuestro ego rechaza, porque efectivamente supone una derrota para la mente. Pero sólo atreviéndonos a entregarnos al vacío, se puede revelar el estado de plenitud al que lleva la transcendencia de nuestra naturaleza racional.

romangonzalvo.com