Plumas al cierzo

Oda al labrador

Alejandro Ros Satrústegui nos escribe este poema de su obra 'Escrito en la brisa'.

Lamentos continuos emite el labriego
que suda en el campo empapando
la tierra de alba a ocaso.
Su espalda encorvada es un arco adiestrado
a escupir, vomitar su quejido
cual flecha lanzada en el viento
de la indiferencia, llevada al olvido.
    Mientras, bien vestido,
el terrateniente recorre sus tierras,
o el gran consejero;
o el intermediario;
o el enviado de cualquier partido.
    Los rudos terrones conocen su amigo
y escupen el fruto a la cara
del explotador.
Comprenden el llano, lamen la penuria 
del hombre que lucha
a brazo partido expuesto a la lluvia,
al viento,
a la nieve
y al frío.
Y a los duros calores que trae el estío.
    Promesas, promesas, promesas;
que nunca han cumplido.
Se repite el círculo.
Se repite el ciclo:
primavera,
verano,
otoño,
invierno.
Oliva,
espárrago,
tomate,
pimiento,
viñedo…
Y el sueldo no alcanza el nivel de vida.
   Todas las mañanas marcha el labrador 
montado en su moto, la barquilla atrás,
camino del campo, al salir el alba.
Vuelvo al mediodía, con el tierno
fruto sobre la parrilla.
    ¿Otra vez el precio lo pondrá el de arriba?