Plumas al cierzo

En la casa del reloj

Hace tiempo que el reloj que derrama los segundos
ha pausado el movimiento.
Hace tiempo, ya hace tiempo, que ha dejado de llover.

El reloj sigue avanzando en la casa del reloj.
El verdugo de la sombra ha dejado de acosarle.

Una euforia desmedida se hace cargo de la entrega.
Al compás de la mañana, ha debido enloquecer.

Hace tiempo que las horas trasnochadas del quehacer han dejado de temblar.
Yo lo miro y me repito que a lo largo de su vida el poder de su tic tac
 no ha dejado de sonar.

A lo largo de su vida veo calles muy cercanas que no paran de moverse.
Que no paran de bailar.

Voy borrando los errores y pintando los carteles de la euforia callejera. 
Me he acercado a la ribera de mis sueños compartidos con las dagas del amor
y no puedo controlarme.

Voy cantando a mi manera mis canciones olvidadas. 
Recreando la mejana como en otras ocasiones.
Hoy me quiero enamorar, por mi propia voluntad.

Va creciendo la mañana con las luces del entorno
y la plata de los años va cubriendo la frontera de esta lírica aplastante.
Una lírica aplastante que he tenido que cuidar de manera ilusionada. 

Hoy los charcos de los cielos que definen traslapuente 
se ocultaron de las nubes con su mágica apariencia.
Hoy el cielo es un profundo… mar azul y transparente.
Un inmenso corazón se ha cubierto de un celeste que no para de asombrarme.

Tibios pétalos de flores que recubren las ausencias han debido suavizar
esa piel de los recuerdos que he querido recrear.

Roto el cielo por los gritos, los gaiteros intercambian la sublime información.
La ribera cumple años en la casa del reloj.

Me encontré desorientado en la tarde moribunda. 
He sentido que el trapío, por valor pierde la vida.
He sentido que  el amor, por honor su corazón.

Mientras rompo los hechizos los gigantes se transforman.
Es tremenda la riada y sublime el contenido de la fiesta Tudelana.
Es tremenda la alegría.

Mareado por las vueltas me he llegado a los olvidos y me he hecho penitente.
Bajo el manto de una virgen he llegado hasta mi origen 
para hacerme más cercano.

Llego a punto de morir  a la tarde desprendida.
Recomienzan los acordes de una nueva acometida.
Mientras todo va fluyendo bajo el puente de la vida 
unos fuegos de artificio me conducen al conflicto de los días venideros.

Recortando los tejados rompe el eco del silencio.
Los estruendos se revientan y las horas ensordecen en la casa del reloj.

La locura es transparente.
La alegría de la noche en la plaza da comienzo 
y el posgrado del ascenso comunica a los bailantes
que comienza la verbena en la casa del reloj.

Un canario de Tudela