Plumas al cierzo

El Nacimiento

Aún no ha llegado al mundo y ya le niegan 
la llave de las prósperas mansiones.
Una humilde mujer de sitio en sitio
reclina su esperanza entre su vientre
Y espera silenciosa.

Siempre aparece un halo en la espesura.
Por fin llegó al establo, allí lo mece 
estrechando sus miedos contra el pecho
para afrontar el frío de la noche.

Tiembla feliz la madre ante su niño
Que no es suyo, es de todos para siempre.
Tiembla también turbada por el tiempo
que ha de llegar un día.

Buena razón para querer nacer,
Buscar la redención de los que sufren.
¿Por qué ha de ser mi niño el que los salve?

La madre tiembla y tiembla, es tan hermoso,
Tan pequeño, tan débil, tan humano.
Ella no quiere, no, que lo maltraten.

Pobre niño oriental, pobre, tan pobre
Que su cuna es de brozas, no de armiño.
Quién le perseguirá, le expulsará,
Quién le dirá extranjero, quién gitano,
Quién le pondrá los clavos, quién espinas,
Quién buscará argumentos para odiarle.
Quién le llamará moro,
Quién bastardo.

Piensa también la madre que habrá alguien
que seque su sudor y lo acaricie.
Alguien le acogerá en su morada.
Alguien le dará agua, alguien amor,
Alguien arropará sus ilusiones.

La nieve mira al niño con asombro
entre copos de amor hecho misterio.
La madre lo acurruca entre sus brazos,
soñándole un destino diferente.