Plumas al cierzo

La danza de vientre (Baile de la ‘Noche Vieja’)

¿Cómo voy a bailar la danza del vientre? Yo tengo tripa, no vientre; un vientre sin faja muscular, péndulo, que por mucho que me estire, protuye como un pequeño globo con la diana del ombligo en el centro.

Además, soy un tipo un tanto descangallado, de estética gastada, desencajada, con pelo y lunares ectópicos, y calvas y alopecia donde antes había pelo ondulado y suntuoso.

Además, soy viejo. Pero como viejo, cada vez me importan menos las cosas banales; no me importa que me enjuicien, no me importa el ridículo; mi yo está concentrado y, el mundo ahí afuera. ¡Qué sensación más excelsa de libertad! ¡Aprendemos a vivir casi cuando vamos a morir! Pero eso también está superado. Las cosas son como son y yo soy como soy, tal vez no he podido ser de otra manera. Pero siempre he estado buscando; aunque a veces me he manchado un poquito con los idiotas y he podido ser idiota; es irremediable si sales del cubil; pero han sido bajadas momentáneas, ha sido buceo; enseguida he intentado buscar el oxígeno de mi verdad y de la libertad. 

Me miro en el espejo, de cuerpo entero, y realmente la danza del vientre que hoy me toca, va a ser un espejismo en el espejo. Tarareo una melodía desafinada, y sin pudor, en mi soledad, me marco unos compases con los pies quietos y el ombligo haciendo guiños al otro ombligo del espejo.

Me doy un corte de mangas. El ridículo es solo mío.

Ángel Cornago Sánchez