Tudela

A un tudelano universal, henchido de navarridad

A José María Iribarren.

Homenaje del Ayuntamiento de Tudela a José María Iribarren en su monumento situado en la calle Yanguas y Miranda
photo_camera Homenaje del Ayuntamiento de Tudela a José María Iribarren en su monumento situado en la calle Yanguas y Miranda

Hace casi ochenta años, cuando una balbuciente revista Pregón empezaba a ver la luz en 1943, de la mano de un emprendedor aragonés de Tarazona, Faustino Corella Estella, empujado en la dirección por un gallego, el lucense de Mondoñedo, José Díaz Jácome, tres navarros se implicaron de pleno en el consejo de redacción para apoyarla y sacarla adelante: un pamplonés procedente de una familia con fuerte arraigo norteño, de Leiza, Ignacio Baleztena Ascárate, y dos tudelanos que por cuestiones laborales y familiares, estaban afincados en Pamplona: José Ramón Castro Álava y José María Iribarren Rodríguez

Para Pregón hablar de Iribarren es hablar de la primera época de la revista, de veintiocho años donde mostró su vertiente más polifacética y vinculado estrechamente siendo raro el número donde no se incluía alguna de sus colaboraciones (literaria, gráfica, etc).

Como recoge con toda justicia Fernando Pérez Ollo en la Gran Enciclopedia Navarra, fue el escritor navarro más leído de todo el siglo XX y con una obra de lo más variada. Desgraciadamente tengo la percepción como lector y como escritor de que en estos últimos años está padeciendo un injustificado e inmerecido olvido que viene, probablemente, hijo de que no se están reeditando, como debían reeditarse, sus obras.

Retazos biográficos

Había nacido en Tudela el 31 de octubre de 1906, siendo la amalgama de una ascendencia montañesa con una ascendencia ribereña. Su temprana orfandad, junto a un hermano catorce meses menor, marcará una infancia tutelada por sus abuelas: primero la paterna y de seguido la materna, con gran influencia en los nietos.

Sus estudios, su profesión ejerciendo la abogacia, su vida servirá para transmitir la Navarra que conoció mediante el ejercicio de su feraz vocación escritora. Con gran empuje y determinación así como su honestidad servirá para mantenerse fiel al dato: “Dios no quiso dotarme de eso que llaman ‘alas de la fantasía’. No tengo condiciones de novelista y ni sé, ni pretendo, utilizar la imaginación” -recoge Aguirre Baztán.

En 1942 fue nombrado vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Navarra. En 1954 la Academia de la Lengua Española le designó académico correspondiente. También lo era de la Academia Vasca. Iribarren fue también un magnífico dibujante y un agudo caricaturista; sus libros y, especialmente la revista Pregón, son testigos de ello.

Murió en Pamplona, el 11 de junio de 1971, a los 65 años. En el prólogo de uno de sus libros, el desaparecido etnólogo Ángel Aguirre Baztán recoge estas palabras de su amigo Uranga: “En su habitación de enfermo, inmóvil en la cama, todo era alegría y hablar franco y anécdotas y preocupaciones humanas y literarias, y planes de futuro. Se murió suavemente, sin darle importancia, con la mayor naturalidad y pleno de facultades intelectuales, lleno de Dios, edificando a todos. Cada día le he visto enflaquecer y apagarse materialmente, pero nunca decaer su ánimo, ni su charla, ni su sonrisa”. Y completaba Aguirre afirmando que «murió lleno de fe en Dios, henchido de navarridad, amigo de todos, legándonos una obra entrañable, en la que no se ofende a nadie y que puede ser leída por todos.»

Tudela le dedicó un busto el año 1972, obra de Antonio Loperena. Allí luce una cita suya: “Mi cabeza no está hecha para las abstracciones, las honduras y las filosofías”.

José María Iribarren

Navarra, un periódico de Tudela, impreso en Pamplona

Antes de Pregón -más de una década- «salió en Tudela el primer número de “Navarra”, un semanario independiente que tenía la administración en la calle Villanueva 41 (esquina a Bóveda).» Así comienza el artículo de otro pregonero, Ricardo Ollanquindia, publicado en “Príncipe de Viana” sobre este rotativo nacido y desaparecido durante la Segunda República española. Tuvo cuatro años y medio de vida.

Ollaquindía informa que el formato era de 42 por 31 centímetros, en varias columnas, con variedad de temas, redactado casi enteramente por José María y Jesús Luis Iribarren. Otros colaboradores esporádicos eran: Eugenio Frauca Barreneche, Mariano Sáinz y Pérez de Laborda, Felipe Flórez, Fermín Mugueta, José Ramón Castro, Tomás Zamorano, Javier Gárriz, Demetrio García Abaurre, Antonio Sola, José Mª Mateo, etc.

Con cabecera y distintas secciones dibujadas por José Mª, el rotativo se imprimía curiosamente en Pamplona. Al amparo de esta faceta de periodista desarrolló su vocación de escritor. Como él mismo afirmó más tarde «mis breves desahogos literarios cayeron en el más hondo vacío y en la más absoluta indiferencia. [Pero] el que tiene vocación literaria escribe “porque sí”, porque “le sale de dentro”... Porque, aun cuando el oficio de escritor dé muy poco dinero y bastantes disgustos, produce, en cambio, muchas satisfacciones.»

Y es que muchos de los artículos recogidos en su obra posterior vieron la luz por primera vez en la páginas del Navarra.

Homenaje en 1971

Con la edición de San Fermín de 1971 entrando en imprenta, la Peña Pregón le hizo, a la carrera, el que será, probablemente de toda la historia de la revista, único artículo firmado con el poco halagüeño bibliográficamente “VV.AA.” (varios autores). Porque son catorce facetas, firmadas por otros tantos compañeros, compañeras, que enumeran la versátil capacidad del apreciado tudelano: escritor, lexicólogo, historiador, jurista, dibujante, poeta, conferenciante, maestro, taurino, folklo-humorista, bibliófilo, hombre religioso, que se supo ganarse con sus cualidades la amistad y el respeto a su autoridad en numerosos aspectos y cuestiones. Como botón de muestra la extraordinaria Francis Bartolozzi afirmaba:

«Y además, dibujaba…»

Sí, entre las mil cosas que José María Iribarren hacía, también dibujaba, y por cierto muy bien, con un trazo fuerte, seguro, muy poco corriente entre los no profesionales del dibujo. Le gustaba, cuando alguna vez encargó dibujos para sus escritos, dárnoslos explicados en una cuartilla, reforzados, con lápiz rojo.

Todo ello de acuerdo con el modo de ser de un hombre netamente ribero, de lo que él se enorgullecía.

Y con razón.

El artículo al completo se ha recuperado en el número 60 de la revista Pregón publicada en julio de 2021 y dedicada por completo a Tudela, a Santa Ana y, haciéndole un huequecico, a Iribarren.

Homenaje en 2021

El pasado sábado 12 de junio de 2021, con ocasión de los 50 años de su fallecimiento, y organizado con el Ayuntamiento de Tudela, que contó con la presencia de su alcalde, Alejandro Toquero y la concejal de Cultura, Merche Añón, y la colaboración de entidades como los Amigos de la Catedral de Tudela, el Centro de Estudios de la Merindad de Tudela y la Asociación de Amigos de la Jota Navarra, Navarjota, la Sociedad Cultural Peña Pregón promovió un homenaje, una ofrenda floral, breve, musical pero intensa donde el Vicepresidente de Pregón, Juan José Martinena hizo los honores glosando al escritor tudelano y navarro «enamorado de su tierra, de sus gentes, de su paisaje y de sus costumbres».

Fue, como recoge con toda justicia Fernando Pérez Ollo en la Gran Enciclopedia Navarra, «el escritor navarro más leído de este siglo [siglo XX] y más variado en su obra.» Desgraciadamente tengo la percepción como lector y como escritor de que en estos últimos años está padeciendo un injustificado e inmerecido olvido que viene, probablemente, hijo de que no se están reeditando, como debían reeditarse, sus obras.

De él dijo Dámaso Alonso -señalaba Martinena-, escritor y académico, que «si cada región española tuviera un Iribarren que cuadro tan colorista tan vario y tan profundamente español podríamos obtener. Y qué buenos puntos de partida para investigación sistemática.»

Y otro buen escritor de primera línea en la literatura española, Azorín, dijo «estoy leyendo sus libros con vivo deleite. Son muy interesantes. Ha sabido juntar la erudición con la amenidad. Una cosa muy poco frecuente.» Y reabundaba en la misma idea de Dámaso Alonso: «Si en cada región de España se hiciera lo mismo...».

Concluyó recordando las palabras -que hizo suyas también las palabras- de José María Corella, «recordado compañero de tertulia, hijo del fundador de Pregón, Faustino Corella», en su “Historia de la literatura navarra”, publicada justo dos años después de que Iribarren nos dejara, donde señalaba que «su presencia está aún cálida y viva entre nosotros los que hacemos Pregón. Y para los que fuimos sus amigos se hace difícil juzgar sin apasionamiento la obra y la vida de quién fue -en palabras de Joaquín Arrarás- “un lujo para Navarra”».

Conclusión

Alguien lo definió, al recorrer su tierra de norte a sur, de este a oeste recogiendo usos y costumbres, como el “navarro total”, pero nunca dejó de ser un “tudelano universal”. Un miembro destacado de ese panteón olímpico de miembros de esa Tudela universal que ha recorrido y aún recorre el mundo dejando un poso mejanero en su quehacer diario.

En esta Navarra culturalmente famélica de lo propio y genuino, sometida a una dieta empachada y atiborrada de lo ajeno, las nuevas generaciones ignoran por completo a este polifacético José María Iribarren Rodríguez que cundió tanto como los mejores productos de la huerta de las ideas. Para algunos quizá su “problema” es que quiso tanto a su tierra que se centró en escribir sobre temas de “casa” rozando apenas los de fuera de ella. Para otros su “virtud” es que nos ilustró con su lápiz y su pluma una sociedad auténtica, ricamente diversa, de una personalidad variopinta y acendrada que, lejos de abochornar, debiera enorgullecer a sus paisanos.

Como afirmaba el vicepresidente Martinena «en la revista Pregón, con casi ochenta años al servicio de Navarra, la figura egregia de José María Iribarren será siempre recordada con respeto, con veneración y sobre todo con cariño.»