Tudela

Las fiestas de antes... 1918

Nos adentramos en el Archivo Municipal de Tudela para recuperar relatos de diferentes décadas en los que se describen cómo fueron las Fiestas de Santa Ana ​en el pasado a través de un artículo de “Uno de Tudela” escrito en el Programa de Fiestas de Tudela 1952.

Peña Oriamendi
photo_camera La Peña Oriamendi desfila al son de su charanga, por las calles de Tudela. Foto: Peinado y Mazo

'Tudela hace 34 años'

El año 18 es un año de memoria perdurable en el recuerdo de todos los mortales. No en balde presidió la terminación de la primera guerra europea. 

En Tudela comenzó el año con la renovación completa del Ayuntamiento. Asumió la presidencia de la Corporación don José San Pedro Cea. Fue designado primer teniente de Alcalde, don Francisco Espadas; segundo, don Felipe Moreno; y tercero, don Pedro Clemos; fue nombrado primer síndico, Don Zenón Ramón Suescun, y segundo, don Esteban Frauca, aparte de una docena de concejales.

El el mes de Marzo, la prensa local daba cuenta del regreso a Tudela de un tudelano ausente que, posteriormente, adquirió notable popularidad. Nos referimos a don Santiago Zuazu, “madero”. Decía textualmente uno de los semanarios de la época: “En el correo de la noche del jueves, día 21 de marzo, llegó, procedente de Cuba, el tudelano don Santiago Zuazu, hijo del industrial don Benito. La travesía la ha hecho felizmente. Sea bienvenido”. 

Pocos días más tarde, debutó en nuestra ciudad la Compañía Cómico-Dramática de. Don Emilio Vicent. Dio cuatro funciones en nuestro Coliseo, estrenando en la primera la comedia dramática de Pérez Galdós, ‘Marianela’. 

Las fiestas de Santa Ana transcurrieron en medio de la mayor animación a pesar del tiempo desagradable que hizo.

El día 25 de julio, de madrugada, se celebró la Procesión de Santiago, a la que concurrieron pocos devotos.

En la tarde del mismo día tuvieron lugar las Vísperas solemnes en la Catedral. Solo asistió, como autoridad, el concejal señor González, quien, después del Magnificat abandonó el banco. Los alguaciles, maceros y servidores de los Munícipes, a la terminación del primer salmo, salieron por el foro con sus mazas y dalmáticas.

El día 26, a las siete de la mañana, se celebró la antigua procesión de Santa Ana, la Vieja. Y a las nueve y media, la Misa pontifical, en honor a Santa Ana, con sermón y bendición papal. En el banco asistieron todos los señores Concejales; y enfrente, en sillones dispuestos a propósito, tomaron asiento los señores Diputados a Cortes, Forales y el Teniente de la Guardia Civil.

Los festejos profanos fueron los siguientes:

El día 25, a las cinco de la tarde, tuvo lugar la corrida, en la que Camará y Fortuna (“los toreros de moda” según rezaban los carteles) dieron pasaporte a cuatro toros de la ganadería de Zalduendo. Hubo una entrada regular. En previsión de que pudieran agotarse las localidades, la empresa había habilitado una nueva localidad, la de tejado. Pero señala las crónicas y críticas de la corrida que “no hubo necesidad de utilizar los nuevos asientos de tejado”.

El ganado resulto desigual, pequeño y de diversas edades, dando poco juego. Fueron mansos, títeres y huidizos. (Al leer lo de títeres, pensamos si llegarían a pasar la maroma).

Los toreros intentaron agradar, pero no lo lograron debido a la calidad del ganado.

Hizo mucho frío y cada tendido costó cuatro pesetas.

El día 26 hubo becerra con reses de Zalduendo y López de Tudela. Dos becerros para Pozos y dos para Márquez. El tendido costó cinco reales.

Los carteles anunciaban a Pozos y a Márquez como “novilleros de temple y sal tauromáquica”. Los novillos acusaron buena presencia y mucho coraje, pero la ventolera de la tarde deslució el festejo contribuyendo al escaso brillo “de los chicos de la coleta y a enfriar a los cornúpedos”, según las reseñas de la novillada, que también registran que apenas se bebieron gaseosas ni cervezas.

El día 27 hubo capea de reses de Zalduendo para la gente del pueblo a la que asistió poco público.

El último festejo taurino tuvo lugar el domingo día 28 de julio, en el que actuaron Charlot, Llapisera y su Botones, que despacharon cuatro novillos de Santos de Colmenar.

Durante las fiestas, la Banda del Regimiento de Galicia, bajo la dirección del señor Macías dio varios conciertos musicales, obteniendo un éxito brillantísimo.

Las casetas de “objetos baratos, expendedurías de churros y golosinas”, fueron situados en el Muro, lugar defendido contra vehículos, carros y caballerías (previsores que eran los ediles de entonces).

En el Teatro Principal actuó de transformista el elegante Frizzo, que cosechó muchos aplausos en todas sus actuaciones. 

Hubo mucha animación y, a pesar de la afluencia de forasteros, no se dio ningún caso de sustracciones de carteras y bolsos.

Hacia mitades de Septiembre los monaguillos de la Catedral descubrieron un paquete sospechoso en el hueco que forma el púlpito con el banco del Ayuntamiento. Con ocasión de una boda, los invitados arrojaron confituras, yendo a parar algunas de ellas al lugar indicado. Los monagos se introdujeron por el hueco y sacaron el extraño envoltorio que resultó contener “un puñal de grandes dimensiones, unas tenazas, un lima triangular, una palanqueta o cortafríos y un hierro de acero dentado” (sin duda alguna, algún caco intentaba dar algún golpe de mano en el templo catedralicio).

En el mismo mes de Septiembre y con ocasión de los Juegos Florales que se celebraron en Pamplona con motivo del homenaje que rindió Navarra al insigne novelista Francisco Navarro Villoslada, obtuvo la Flor Natural el poeta tudelano Alberto Pelairea, desatándose la Prensa local en elogios y alabanzas para el destacado poeta.

Las crónicas agrícolas de la época daban cuenta de que la cosecha de alubias se había perdido debido a la “rodada”. 

En Octubre se publicó un bando anunciando una rebaja en el precio del pan de cinco céntimos.

La feria del ganado, que actualmente se celebra en Noviembre, se celebró aquel año en Diciembre, comenzando el día 21 y clausurándose la víspera de Navidad.

La empresa del Pabellón Rocamora estrenó “El orgullo de Albacete”, “Aurora” y otras obras dramáticas, con intervención de la Compañía de don Emilio Molinos.

El mismo año en el mes de Junio, en la Vieja Plaza de Toros se celebró una novillada en la que el aficionado tudelano Guillermo Hernández despachó dos reses de la ganadería de don Fermín López y Vergara. 

Actuaron de banderilleros José Castro, de Tudela; Jesús Lasala, de Fustiñana y Rufino Lecumberri y Vidal Ibáñez, también de Tudela. Fue director de lidia Victoriano Albericio (Trajinerito). Después se corrieron varias vacas bravas.

Y esto es todo lo que dio de sí el año 1918. Con estas líneas solo intentamos refrescar la memoria de las personas que lo vivieron y ofrecer una curiosa visión retrospectiva a los que no lo conocieron.

“Uno de Tudela”
Escrito en el Programa de Fiestas de Tudela 1952