Tudela

La Navidad en Tudela

Unos chavales rondando en la puerta del Palacio Decanal en la Plaza de San Jaime. Fotografía: Luis M.ª Marín Royo

La celebración de la Navidad en diciembre es una costumbre medieval, que se fue extendiendo por occidente, aunque no existe constancia histórica exacta, de que el nacimiento de Jesús fuese en diciembre

Las fechas navideñas han sido siempre días de gran fe y regocijo, las primeras referencias a la celebración de la Navidad en Tudela aparecen en el siglo XIV y no se refieren a festividades populares, sino a datos relacionados con el monarca Carlos II, ya que para acompañar al rey y su familia, vinieron a Tudela un buen número de nobles y acompañantes. 

La Nochebuena 

La Nochebuena ha sido siempre celebrada con auténtica devoción y aunque tenemos noticias de hacerse la cena de Nochebuena desde la época medieval, sabemos que hasta el siglo XX la cena se celebraba de una manera frugal, porque el día 24, Vigilia de Navidad, era día de ayuno y se cenaba poco y sobre todo sin probar la carne. 

Hasta la supresión de este ayuno por la Iglesia, la gente acostumbraba a invertir el orden de las comidas, y así como en todos los ayunos establecidos al medio día se celebraba la comida principal, y por la noche lo que se llamaba “la Colación”, este día se hacía al revés. Fue a partir del año 1918 cuando se comenzó a celebrar la cena de Nochebuena tal y como la conocemos.

Durante muchos años, y hasta 1950 el menú típico de la Nochebuena en los hogares tudelanos, continuaba siendo: Cardo en ensalada, verdura que se coge en ésta época; un primer plato de sopa de ajo; para terminar con besugo asado, pez abundante en estas fechas, y por lo tanto no caro en aquellos años. También era típico el bacalao, bien con caracoles o con pimientos secos o el conejo. No fue hasta los años 1950, cuando en las clases medias se empezó a introducir como plato distinguido carne, bien capón, pavo o cordero. Invariablemente la terminación y postres eran con turrones y que en aquellos años los típicos eran el blando de Jijona y el duro de Alicante, más los mazapanes, guirlaches, tortas de nieve, piñones y peladillas. En ese día se sacaban las botellas de sidra, espumosos y licores, normalmente en aquellos años anís y coñac. 

Después de cantar villancicos y con el estómago lleno, se acudía a la misa del Gallo, y se comulgaba. Era el único día del año en el que se podía comulgar después de haber comido, ya que las normas de la iglesia dictaban para poder comulgar, no haber tomado alimento alguno ni tan siquiera agua desde las doce horas del día anterior, cosa que se cumplía, si dejabas de comer y beber antes de la media noche.

Esta noche era la más alegre del año. Después de la misa, se formaban grandes cuadrillas, que con guitarras iban a rondar por las calles, parando en las casas donde sabían bien que había mozas solteras, o podían sacar aguinaldo, que en esta ocasión era siempre de botellas de licor.

Hasta los años 1960 era costumbre en Navidad obsequiar a los guardias de circulación en Navidad. puerta de la Bolera y el Hotel La Unión. Fotografía: Luis M.ª Marín Royo

Auto sacramental del nacimiento

En el coro de la catedral tenemos noticias desde el siglo XVI que el día 24 se ejecutaba un espectáculo simple pero curioso. Allí se reunía la llamada Capilla de Música y al toque de órgano, violín, clarinete, violonchelo, trompas, etc., comenzaba a las once y media de la noche una danza sagrada. Subían a un tablado, cuatro infantes vestidos de pastorcillos, que junto a los músicos, comenzaban una danza pastoril, con cantos de villancicos y letrillas del auto-sacramental del Nacimiento. Al compás de la melodía se recitaban coplillas alusivas, durando el espectáculo hasta la media noche, hora en que se anunciaba la venida del Redentor. Acabado este ingenuo acto comenzaba la misa del Gallo.

La noche de cabodayno y el día primero de año

En los libros de cuentas del siglo XIV, en tiempos de Carlos III figuran referencias de la celebración del día de cabodayno y entrada del año, aunque las primeras referencias que encuentro de celebración popular de lo que hoy conocemos como la Noche Vieja, no me aparecen hasta el año 1903. En el periódico El Anunciador Ibérico del 3 de enero encuentro la primera noticia, aunque un tanto despectiva, a esta celebración, diciendo que había personas «agüeras» que hacían infinidad de simplezas para que el año entrante fuese bien. Escribe: «Personas hay, que creen que para que el año vaya bien, hay que empezarlo comiendo un grano de uva a cada campanada de las primeras doce que den».

La epifanía y el Rey de la Faba

El día de Epifanía el rey Carlos tuvo por costumbre reunir a tantos pobres como años llevaba gobernando, entregándoles una moneda de oro a cada uno. También ese día celebraba la fiesta del Rey de la Faba, festividad consistente en escoger el día de Epifanía a varios niños pobres de la localidad donde estuviese el monarca y hacer un gran rosco en el que se escondía una pequeña haba y, cortado en trozos, se repartían entre los muchachos. Quien tenía la suerte de topar con la «faba», recibía grandes honores, se le vestía de rey y el monarca le obsequiaba con regalos, a la par que le daba limosnas y trigo para su familia. 

Como «el rey de la faba» se celebraba donde el rey pasaba estas fechas, sabemos que en varias ocasiones se hizo en Tudela. La primera que tenemos constancia data del reinado de Carlos II el Malo, en el año 1361, la elección recayó en «Juanico», hijo del barbero, y el premio que recibió fueron tres cahíces de trigo, 50 sueldos carlines prietos, más 18 dineros de la misma moneda.

Unos chavales rondando y pidiendo aguinaldos en una casa delante de la Puerta del Juicio Fotografía: Luis M.ª Marín Royo

Aguinaldos

La donación de aguinaldos para Navidad ha sido importante en épocas pasadas. José Branet un cura francés que vino a Tudela en 1797, escribió:

«El tiempo que precede a la Navidad se emplea en Tudela, como en el resto de España, en hacer regalos a los de Madrid, a los poderosos para obtener su protección, a los parientes y a los amigos. No hay tonel de buen vino que no se barrene. Se ven marchar cántaros llenos de mosto cocido y miel, una prodigiosa cantidad de quesos, de mazapanes, de pasteles hechos con huevos y leche, en fin, de todo lo que puede producir el país».

Hasta no hace muchos años, pidiendo aguinaldos, recorrían las calles niños y personas humildes, recabando donativos en comercios y casas pudientes. En la actualidad ha decaído mucho, y son menos las cuadrillas de chiquillos que se ven cantando villancicos y coplillas pedigüeñas, formando un pequeño orfeón, en el que para cantar se acompañan de zambombas, panderetas, hierrecillos y castañuelas.

Como más representativas de estas coplillas que ilustran nuestro folklore copio las siguientes:

A esta puerta hemos llegado
cuatrocientos en cuadrilla,
si queréis que os cantemos
bajar cuatrocientas sillas.
Ya bajan rodando
por las escaleras
turrones, naranjas,
manzanas y peras.