Tudela

Lorca en Tudela, una visita que merece la pena recordar

Milagros Rubio, Joseba Eceolaza y Pepe Alfaro

Joseba Eceolaza ha publicado el libro ‘Tras la pista de Federico García Lorca’ en el que se refuerza la imagen del Lorca más social, más activista, más popular.

La historia reciente de nuestra tierra está llena de anécdotas y vivencias que aun no han sido del todo rescatadas. Son pequeñas micro historias que permiten conocer mejor un momento concreto. Y es que, a pesar de todo, en aquellos años 30 en Navarra y en Tudela, sucedieron cosas sobre las que merece la pena poner el foco.

De hecho el 30 de agosto de 1933 llegó a Tudela Federico García Lorca. El poeta granadino, en aquel periodo republicano, puso en marcha una compañía de teatro con actores y actrices universitarios. Con ellos recorrió 64 pueblos y ciudades, con el objetivo de acercar a la gente sencilla y humilde el teatro de los clásicos españoles. 

Como ya es sabido, en aquellos años el Gobierno de la República impulsó una acción cultural enorme que provocó, por ejemplo, que solo en dos años se pusieran en marcha en Navarra 81 bibliotecas; en Tudela, Villafranca (dos), Ablitas o Corella. Esas bibliotecas tenían como mínimo cien libros, material para forrar y fichas para el intercambio. 

Por lo tanto el Gobierno de la República hizo un esfuerzo especial por la cultura, la enseñanza y la alfabetización. En ese contexto, como he dicho, Lorca llegó a Navarra a finales del verano de 1933, invitado por el Ateneo de Navarra. El 23 y 24 de agosto actuaron en el Teatro Gayarre de Pamplona con gran éxito, de allí fueron a Huesca y Jaca. El 30 de agosto entraron nuevamente en Navarra, para actuar en Tudela y al día siguiente se fueron a Estella. 

La ribera navarra era un foco republicano importante. En una Navarra en la que los asuntos de la tierra organizaban en gran medida la sociedad, la zona de Tudela bullía de conciencia social. Sin duda la zona más “roja” de Navarra. En 1931, de 18 concejales que se eligieron en el Ayuntamiento de Tudela, 12 eran republicanos. 

Así que tras la mala experiencia que vivió Lorca en los pirineos aragoneses, llegó a Tudela. De esa visita el actor Luis Sáenz de la Calzada recuerda que “en Tudela vi caer el rayo más hermoso –grueso como el tronco de un chopo- de mi vida, a una distancia de cincuenta metros; retemblaron las casas inmediatas, mientras Rapún y yo, que salíamos del hotel, quedamos deslumbrados unos minutos; pero parece como si con aquel rayo el tiempo empezara a apaciguarse; pudimos montar tablado, representamos, y al día siguiente hicimos nuestros pinitos en turismo.” 

De la visita a la ciudad del Ebro deja una pequeña crónica el Eco del Distrito del 1 de septiembre en una noticia publicada en portada y con un título grande y en negrita que decía “La Barraca”, la noticia daba cuenta de la tormenta y del éxito de las obras destacando que: 

«El miércoles estuvieron en nuestra ciudad los componentes del Teatro Universitario “La Barraca”, de la Unión de Estudiantes Hispanos, creado por Don Fernando de los Ríos. “La Barraca” había anunciado que daría una representación pública y gratuita en el frontón del Instituto Nacional. No pudo ser por la amenaza de tormenta que existía. Se dio en el Teatro Cervantes, anunciando la dirección de “La Barraca” que las entradas se repartirían gratuitamente en la taquilla a dos por persona. Fue una verdadera pena que el tiempo dejase a miles de espectadores sin presenciar la función que habrían asistido de representarse en los magníficos patios del Instituto.

Si bien en Pamplona y Tudela tuvieron, como se ve, un enorme éxito en Estella los carlistas les apedrearon. Hecho que deja una huella considerable en el propio Lorca, que recuerda la anécdota en una entrevista concedida en Argentina en 1934. 

Lorca, entonces pretendió acercar el teatro clásico a la gente humilde que de otra manera no hubiera podido contemplar obras como la de Fuenteovejuna. 

Estas anécdotas, recogidas en el libro ‘Tras la pista de Federico García Lorca’, vienen a reforzar la imagen del Lorca más social, más activista, más popular. Porque a mi juicio Lorca fue eso; un activista social. 

García Lorca concedió numerosas entrevistas y dio docenas de charlas donde desarrolló ese pensamiento social y teatral. Él no militó en ningún partido político, pero en mi opinión se puede afirmar que sí militó en diversas causas sociales. 

A Lorca lo asesinaron por sus ideas, sobre todo por eso, y además de ello trataron de humillarle por su orientación sexual. El contexto rural, las obras de teatro provocadoras, unas fuerzas derechistas frustradas y una visión del mundo amplia y radical fueron además ingredientes imprescindibles para entender su fusilamiento. Y sobre todo, su obra y su actuar literario destilan una visión del mundo valiente y transgresora. 

Por eso conviene seguir poniendo el foco sobre la imagen y la vida de uno de los grandes de nuestra literatura, porque debajo de una cuneta sigue estando un ser universal como él, algo que no nos podemos seguir permitiendo. 

A Lorca, como se sabe, lo asesinaron en la madrugada del 18 de agosto de 1936 en Viznar, un pueblo de Granada. Fueron muchos los motivos; lo mataron por su compromiso político, por su homosexualidad, por las críticas a la doble moral católica y rural de aquel entonces, y por su concepto universal del arte y de la cultura. Ian Gibson en una de sus últimas obras sobre el poeta lo ensalza con precisión “reivindico a un Lorca generosamente comprometido con todos los que sufren, con los rechazados, los marginados, los avergonzados, los que no encajan” y ese es el Lorca que llegó a Tudela en aquel verano de 1933.