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La humanidad del Neolítico no tenía ciudades y se movía en el continente

Ilustración de una sociedad en el Neolítico

Una investigación señala que unos altares religiosos recibieron la visita de mareas de gente llamada “bacavdae”, en la Península, y más ampliamente en la costa Atlántica.

El Arakil y el Alhama eran ríos que conectaban las vertientes mediterránea, atlántica, y peninsular, con unos altares religiosos del Neolítico en “araciel” y “aracaeli”, por los que circulaba una humanidad y le servían de punto de reunión, por eso vemos unos altares”, dijo su autor, Eneko Abal. A través de un estudio publicado estas semanas en el repositorio Academia.edu, ha llegado a esbozar un mapa de la geografía antigua de estos dos valles, señalando el espacio concreto de unos altares de reunión anual y ceremonial para gran cantidad de personas en la Prehistoria y hasta el Medievo.

La toponimia de la zona tiene longevidades de hasta mil años en las que sus nombres, lenguaje, y situación, demuestran la presencia del Neolítico hasta hace pocos siglos.

Según el estudio, las raíces lingüísticas de la toponimia y los lugares donde aparecen son elementos estructurales de aquella sociedad y dibujan un patrón de calzadas, de caza, de habla, e incluso de la reproducción humana en la Prehistoria. Con tres altares en Baio, Aralar, y Orarregi, fueron denominadas “Silvanianus” por un dios Silvano de época romana, “Castrum Silvanianus” en el Códice de Roda, “Sajrat Qais” en Rawd al-Mitar, y sede temporal del obispo Silvano de Calahorra.

“Parece toponimia y geografía, pero esto tiene mucha filosofía”.

Para llevar a cabo este trabajo, el autor afirma no ser “el único que estudia esto” y añade que el objeto era responder qué era un término “aracellitani”, histórico y desconocido del lugar donde vive; Navarra.

Para ello ha utilizado medios accesibles y el texto facilita la recepción del estudio junto a una amplia cobertura de fuentes primarias y secundarias, proporcionando un enjambre de información actualizada y que alcanza disciplinas de filosofía, antropología del Neolítico, o la lectura de su lenguaje.

Con un amplio repaso de batallas y acontecimientos que marcaron el devenir de esos dos valles en la época medieval, nos acerca el punto de vista de la humanidad que vivía en los montes cuando las ciudades de la actualidad se creaban. Su comportamiento se lee entre la toponimia y señalaría a la geografía de “la verde” en el río Alhama, y al dios “Silvanianus” del Arakil de los “salvajes” y otras etiquetas como “bárbaros”, “brujas”, “piratas”, o “paganos”.

“Si reconocemos aquel Neolítico, con un comportamiento de religión que no era una religión, y si leemos, solo una vez, el guión básico de los principios básicos de aquella humanidad, que son los que tenían en la cabeza como hoy tenemos el individualismo, la estética, o la industrialización, solo con eso tenemos una semilla. Lo que hacemos con ella será paralelo a lo que pase con la Tierra”, explicó quien presentaba el estudio como una hermenéutica de la Antigüedad.