Tudela

El comer y beber, en Navidad

José María Zuazu de Pastelería Zuazu, haciendo turr on de almendras

Las primeras noticias con cierto detalle que tengo de la celebración de la Navidad en Tudela son de los últimos años del siglo XIV. En aquella época el día 24 como víspera y vigilia de Navidad era día de abstinencia, lo que hacía que no se pudiese comer carne, así que la fiesta más importante se celebraba el día 25, con una comida espléndida. 

Del año 1407 hay noticias de que el día 24 de diciembre llegaron a Tudela el yerno del rey Carlos III, con 46 personas. El día 24 cenaron barbos, anguilas, merluzas, arenques y almejas, y para postre uvas, avellanas, higos, peras y manzanas. El día de Navidad se reunieron 59 personas que comieron 1/4 de buey, 6 carneros, 7 cabritos, 40 gallinas, 6 perdices, 6 conejos, un tocino y 100 naranjas.

La siguiente referencia notable que tengo de la Navidad en Tudela es de José Branet, un sacerdote francés que estuvo en la ciudad en el año 1797 y refiere algunas cosas que le llamaron la atención, nos dice: «El tiempo que precede a la Navidad se emplea en Tudela, como en el resto de España, en hacer regalos a los parientes y a los amigos. No hay tonel de buen vino que no se barrene. Se ven marchar cántaros llenos de mosto cocido y miel, una prodigiosa cantidad de quesos, de mazapanes, de pasteles hechos con huevos y leche, en fin, de todo lo que puede producir el país». 

En los siglos XVIII y XIX en esta zona el día 25 se comían aves de corral, pollos, los gallos capones, gallinas, algún pavo y animales de pasto, principalmente el cordero o cabrito asado, además del muy apreciado cordero lechal. Se dice que de este animal que los comensales más exigentes pedían el cuarto delantero izquierdo, ya que el cordero se tumba del lado derecho y esto endurece algo más la carne de este lado que la del izquierdo. 

Las celebraciones cambiaron a partir del año 1918, cuando fue suprimida la abstinencia del día 24 por el Papa Benedicto XV, y poco a poco fue adquiriendo más importancia la cena de Nochebuena que la comida de Navidad. 

Poco a poco en el siglo XX, cambiaron las costumbres y la manera de comer y se comenzó a celebrar la Noche Vieja que antes no se celebraba. Como constancia histórica de estos tiempos, tengo anotados dos menús del año 1978, aquí en Tudela. Se trata de la cena que ofrecieron en dos restaurantes céntricos de la ciudad: Uno de ellos ofertaba Jamón de Jabugo, espárragos, paté, langostinos y cigalas y crema de langosta para segundo plato chuletón, entrecot o solomillo, a elegir, con vinos de Rioja. Para postre, piña Picos de Europa. Como complemento una bolsa-cotillón, barra libre y baile. El otro: espárragos, cogollos, saladillas, entremeses (jamón serrano, paté de oca, salmón ahumado, pimientos rellenos, gambas orly, empanadillas, buñuelos de bacalao y croquetas de mero); angulas para segundo plato, y solomillo de ternera para tercero. De postre, tarta al whisky, melocotón en almíbar, piña americana y turrón de tres gustos. De vinos, blanco y tinto carta de plata, champán, café y licores.

Obrador de la confitería Salinas de Tudela en el año 1900. Fotografía: Nicolás Salinas

El comer las uvas para celebrar la entrada del año, no aparece en tudela hasta aproximadamente 1920

El comer las uvas, que hoy es tan normal para celebrar la entrada del año nuevo, por cierto, costumbre exclusiva de nuestro país, lo veo reflejado en Tudela por primera vez de una manera un tanto despectiva en el periódico local El Anunciador Ibérico que el día 3 de enero del año 1903, escribía, aunque no hablando de Tudela, sino de otros lugares, que había personas agüeras que hacían infinidad de simplezas para que el año entrante les fuese bien y entre otras cita: «Personas hay que creen que para que el año vaya bien, hay que empezarlo comiendo un grano de uva a cada campanada de las primeras doce que den». 

Lo cierto es que no hallo hasta la década de 1920 referencias ciertas de que, en Tudela, en algunas casas se comenzaban a tomar las uvas al compás de las últimas campanadas del reloj. Entonces no era normal salir a los bares, ya que la mayor parte, por no decir todos, estaban cerrados y algunos jóvenes después de la misa se iban a rondar por las calles.

El alajú y el miel royo dos turrones típicos

Desde antiguo en Tudela para Navidad se hacía un turrón o postre típico que se conocía como Alajú, nombre de ascendencia árabe. Era una pasta de almendra, nueces y miel a la que se añadían algunas especias, que han hecho siempre en las confiterías de aquí y que veo anunciado su venta en alguna de ellas, en periódicos de los años 1890 a 1895. 

Resulta difícil averiguar la época exacta en que se dejó de consumir este turrón, al parecer las madres Clarisas fueron las últimas que lo hicieron, aunque lo cierto es, que la única Madre que conocía la fórmula, y que lo elaboró por última vez hacia 1970, murió, llevándose con ella el secreto. Las madres que quedan, sólo saben que echaba avellanas, migas de pan rallado, agua, miel...  pero ninguna conoce exactamente cómo se hacía. José María Zuazu, confitero tudelano, hoy ya también fallecido, recordaba que entre las especias que llevaba iban canela, clavo, anís, y nuez moscada.

Como sustituto, quizás, teníamos uno en esta zona ribera, conocido como Miel royo variante del Turrón Royo, típico navarro. En lugar de estar hecho como el Alajú con especias fuertes, se emplea en su elaboración frutos secos: avellanas, piñones, almendras y cacahuetes y, en lugar de miel, azúcar, o ambas cosas mezcladas. Este turrón se consumía en todos los pueblos de alrededor, aunque en cada lugar tenía pequeñas diferencias. 

El Miel royo de Tudela llevaba un 60% de frutos secos, almendras, piñones, avellanas y cacahuetes, un 20% de miel y 20% de azúcar. La miel y el azúcar se ponían en un recipiente a calentar, hasta que todavía líquido, se le añadían los frutos secos y todo ello se removía durante un rato. Cuando los frutos estaban ya tostados, esta mezcla se echaba sobre una superficie plana, para que se enfriase y endureciese; después se cortaba en forma de barras.