Tudela

Un posible origen del culto a Santa Ana

Santa Ana ha sido la protectora preferida de la mayor parte de los vecinos, especialmente a partir de la primavera de 1530.
Visitiendo a Santa Ana
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Hasta hace relativamente poco tiempo la vida diaria de la sociedad hispana tradicional era muy diferente a la actual. La llegada de la era industrial ha llenado de comodidades nuestras vidas y, aunque muchos sienten pánico ante las consecuencias de las recesiones económicas que hemos vivido recientemente, lo cierto es que estas son infinitamente menos graves de lo que fueron para nuestros antepasados las terribles «crisis de subsistencia», durante las cuales el hambre hacía estragos.

Una de las principales preocupaciones del hombre preindustrial eran los daños que pudieran generar los fenómenos naturales, tales como lluvias torrenciales, desbordamientos, granizo, sequías, vendavales, pestes, plagas, etc. En esto coincide en cierto modo con la visión del individuo actual, al que se le ha inoculado el temor al cambio climático, sólo que antaño los efectos de a veces una simple tormenta podían llegar a ser letales. Y en un mundo sin satélites meteorológicos ni medio alguno de alterar seriamente la naturaleza, ¿qué cabía hacer para al menos moderar la agresividad de los elementos? Pues, como era previsible, solamente se contaba con el recurso de reclamar la ayuda de las fuerzas sobrenaturales, en forma de dioses, espíritus, vírgenes y santos, con la esperanza de que se conmovieran por los ruegos humanos.

En el caso concreto de Tudela ha sido la figura de Santa Ana la protectora preferida de la mayor parte de los vecinos, al menos durante los últimos cinco siglos pues, según la documentación que conocemos, su adoración se disparó en la primavera del año 1530 cuando una terrible peste asoló la comarca, ante lo cual los devotos tudelanos de la Santa imploraron su ayuda milagrosa, con el resultado de que la ciudad logró librarse aparentemente del ataque de la enfermedad. A partir de entonces la madre de María y abuela de Jesús fue nombrada Patrona de Tudela, rindiéndosele un culto que ha perdurado hasta el presente.

Ahora bien: el hecho de que fuera reclamada como ayuda contra la peste implica que, muy probablemente, venía siendo objeto de gran devoción desde antes de aquella fecha, por lo que su elevación como patrona debió de ser un gesto por parte de las autoridades para institucionalizar una fe que ya estaba bastante extendida entre los sectores más populares. Efectivamente, hay indicios de que ya en el siglo XIII ocupaba un lugar importante en el repertorio de santos locales.

¿Cuál pudo ser la razón que impulsó a los tudelanos a empezar a sentir atracción por un personaje como Santa Ana, de la que no se dice nada en los evangelios canónicos y cuyos únicos datos proceden de los apócrifos? Dado que carecemos de documentos que nos certifiquen el momento exacto del inicio de su culto en la localidad, la respuesta a esta pregunta resulta difícil y sólo podemos mantenernos en el terreno de las conjeturas. No obstante, sabemos por la comparación con otros casos que suele haber relación directa entre las necesidades materiales de los miembros de una colectividad y los atributos que se asocian a la figura mítica venerada. Es decir, que se rinde culto a aquellos entes sobrenaturales que presentan una simbología relacionada directamente con el problema a resolver.

Procesión de Santa Ana en el año 1998

Aplicando este principio al objeto de nuestro estudio, la característica esencial (prácticamente la única conocida) de Santa Ana es el hecho de que, siendo mujer estéril toda su vida, se convirtió milagrosamente en la Madre de la Madre de Dios… Lo cual supone que a nivel mítico-simbólico vendría a expresar el concepto de la Supermadre cósmica, por definirlo de algún modo. Como María ha sido identificada a nivel popular con la Madre Naturaleza, cabe plantearse si Santa Ana pudo haber sido identificada como el Abismo del que surgió nuestro planeta, concepto que ha sido definido en la mayor parte de las mitologías con la idea de las «Aguas del Caos Primordial».

Existe una conocida leyenda popular tudelana que relata que, en cierta ocasión, hubo una crecida del Ebro especialmente agresiva que amenazaba con inundar toda la población. Para tratar de evitar la catástrofe se llevó la imagen de Santa Ana a la puerta del puente, y en ese momento a un agricultor se le ocurrió pronunciar la frase de «Santa Ana mengüete y, si no, capucete». Traducido al español común, ‘Santa Ana, que mengüen las aguas o te tiramos al río para que te lleve la corriente y nos olvidemos de ti’. Afortunadamente para la Santa aquel día las aguas se amansaron enseguida...

Aunque el nombre de Ana es judío y procede de Ḥannāh ‘gracia’, por pura casualidad resulta homófono de un término antiguo ana- extendido por el occidente europeo y que significaba ‘laguna, pantano, zona inundada’. La palabra aparece en el Glosario de Endlicher (siglo VIII d.C.), una colección de vocablos del galo antiguo. Cabe la posibilidad de que esta raíz esté presente en el nombre del río Guadiana (antiguamente llamado Ana o Anas), especulándose entre los eruditos que tal vez algunos topónimos y antropónimos franceses y británicos comenzados por An(n)a-/An(n)o- procedan de esta misma raíz.

Más cerca de nosotros, resulta muy tentador ver en el nombre de la desaparecida laguna de Añavieja (Soria, antigua Tierra de Ágreda) y en el de su río derivado, llamado de Añamaza (compárese su sorprendente parecido con Annamatia, campamento romano a orillas del Danubio en la actual Hungría), una posible manifestación de la misma palabra.

Estas semejanzas a veces me han impulsado a conjeturar la idea de si en el caso de la patrona tudelana se pudo producir tal vez una reinterpretación popular de la Santa a partir del parecido del nombre con el término prerromano. Es decir, si tal vez se tomó la figura bíblica de Santa Ana y se la identificó de manera inconsciente en la mentalidad local como una especie de divinidad de las aguas.

Para Tudela las crecidas del Ebro han sido una de las amenazas más serias para su supervivencia, entre otras cosas porque antaño no existía la enorme red de presas en la cuenca que hoy en día moderan las acometidas del río, y porque la parte vieja del casco urbano tudelano está asentada sobre el antiguo espacio de inundación fluvial del Ebro y el Queiles.

Así pues, la frase de Santa Ana mengüete y, si no, capucete podría ser una idea superviviente de la función inicial de la Santa en la localidad y una de las principales razones que favorecieron su culto: la ciudad tenía que garantizarse en la medida de lo posible la protección del ente mítico que controlase los movimientos de las aguas primordiales, no fuera que un día estas devorasen el casco urbano y llevasen a Tudela al estado de la disolución total del cosmos, cuando el espíritu del Señor sobrevolaba por encima de las aguas.

Puede que incluso el santuario más antiguo que todavía se mantiene activo en la ciudad, la iglesia de la Magdalena, situado sobre un pequeño altozano en plena orilla inundable del Ebro, fuera un templo con similares funciones. María Magdalena es un personaje sumamente complejo, del que a lo largo de la historia del cristianismo se han elaborado infinidad de leyendas. Pero entre sus múltiples funciones y poderes atribuidos se observa que tiene una gran relación con las aguas, y más concretamente con la salvación de personas que, viajando por mar, corren peligro de naufragar y ahogarse en medio de terribles tormentas. Incluso se extendió en algunos ambientes cultos la idea de que su nombre significaba ‘mar amargo’.

Como reflexión final acerca de lo dicho, hay que insistir que las deducciones que hemos expuesto a lo largo del presente artículo de momento deben tomarse a modo de meras especulaciones, ya que carecemos de documentación firme que las apoye. Es muy fácil caer en este tipo de estudios en asociaciones erróneas, imaginando cosas que nunca han sucedido. No obstante, esto no significa que lo que acabamos de reflexionar sea simple fantasía: sabemos que a lo largo de los más de dos milenios de historia del cristianismo tanto a nivel popular como culto se ha desarrollado una intensa especulación teológica acerca de los santos y sus funciones protectoras, siendo los análisis etimológicos de sus nombres (rigurosos o fantasiosos) uno de los criterios principales por los que se les adjudicaba tal o cual virtud milagrosa. Y que Santa Ana ha sido invocada repetidas veces como apoyo milagroso para frenar las crecidas del Ebro en Tudela sacándola a la puerta del puente es un hecho comprobado documentalmente (reclamándosela también en tiempos de sequía), y la cuestión principal a esclarecer es si en verdad esta relación se hizo a partir de una asociación popular con la antigua raíz europea occidental an(n)a-. Quizás un estudio sistemático de los santuarios consagrados en el entorno cercano del valle del Ebro, tomando nota de sus orígenes, milagros y poderes atribuidos podría aportarnos mejores evidencias de si las hipótesis que hemos enunciado aquí son plausibles o no.