Tudela

Vivir las Fiestas en pareja

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Hoy en día, a las fiestas patronales se las identifica con la juerga, el bullicio, la independencia, y los abusos, en una especie de catarsis colectiva, en la que se hacen añicos los patrones habituales y en las que aparecen conductas estrafalarias y desinhibidas, en el marco de un caos social propicio a placeres superficiales y pasajeros, prolegómeno de una rápida y brusca vuelta hacia la monótona vida ordinaria.

Hay que romper tópicos y, por eso, propongo a las parejas que lo deseen que se identifiquen con una nueva visión de las fiestas de Santa Ana, basada en la frugalidad, en la curiosidad y en el ingenio. Asentada en el sistema adecuado de una pareja bien avenida, la mera intencionalidad de vivir las fiestas provoca, de inmediato, alegría, ganas de vivir y de sentirse vivo, dejando fluir en su interior lo que Fernando Savater define como la apuesta deleitosa por la vida, la mejor manera de conmemorar unas fiestas profundas e íntimas, de las que luego emanará una felicidad verdadera, la afirmación vital arraigada en la satisfacción con el propio ser, con lo que uno hace, como propone Kant.

Muchos son los resortes del diálogo completo entre una pareja, pero para lo que ahora nos interesa, yo propondría el cultivo entre ellos, en estos días, de tres dinámicas:

El sibaritismo de los sentidos

Potenciando la curiosidad y el esfuerzo por captar todas las sensaciones derivadas de lo que nos rodea, no sólo las ligadas a los órganos de los sentidos, sino las vivencias anexas a lo ético y a lo estético, compartiendo, con fruición, todo ello, recreando en cada intercambio amoroso esa inmensa vivencia de identidad del “qué bien vivimos juntos”, tan alejada de aquella tremenda soledad de antaño, que hizo exclamar a Jaime Gil de Biedma, en su poema “Pandémica y Celeste”, que “para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es necesario”.

El sentido del humor

Viviéndose a sí mismo, al otro, y a la realidad, con sentido cósmico, con perspectiva, desde lejos. Siendo capaz de ver lo cómico y lo divertido de las situaciones, sin acritud, con cariño, y con ternura, respetando siempre al ser humano y a la humanidad, se crea una actitud vital, personal, profunda e íntima, que favorece el buen humor, cercano a la felicidad y, además, permite decir las cosas sin herir, corregir sin molestar, pedir sin agredir, creando un clima simpático

y cercano que alimenta la vida en pareja.

“La ternura es la expresión más serena y más firme del amor, el prólogo de toda buena comunicación, y la fuerza que teje el lazo que nos une a los seres humanos”

La ternura

Nada tiene que ver ese término con la ñoñez o con la fragilidad. Es una fuerza, madura, que surge de lo profundo de cada miembro del par y que favorece la comprensión y la aceptación mutua. Sus sentimientos se nutren en el afecto, en la dulzura, en el cariño, en el consuelo, en el amor gratuito, y van buscando, con su modo expresivo, la caricia, la proximidad del otro y el compromiso de la prioridad recíproca y del devenir mutuo.

Es, sin duda, la expresión más serena y más firme del amor, el prólogo de toda buena comunicación, y la fuerza que teje el lazo que nos une a los seres humanos,

que nos humaniza, que nos da seguridad, que nos fortalece, y que nos crea calidez. De su seno surge la bondad, la inocencia, la ingenuidad, la transparencia, la generosidad y el respeto a la fragilidad y a la vulnerabilidad de todo ser humano y, por ende, de nuestro ser más querido.

Quien viva así sus fiestas habrá alimentado, sin duda, la comunión amorosa con su pareja, celebrando, de verdad, su Santa Ana 2014.

Vicente Madoz