Tudela

Una corrida de a pie en el año 1745, primera referencia al toreo actual en Tudela

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Del día 27 de julio del año 1745, tengo referencias de la primera corrida que conocemos en Tudela que se asemeja algo, o al menos se acerca, a las del toreo actual.

En principio esta corrida se realizó a pie, no como hasta entonces que el matador iba a caballo, ni además se lanzaron garrochas, puyas ni arpones, pero lo más importante es que los toros se mataron desde el suelo con espadas. Bien es cierto que las maneras distaban todavía mucho del toreo moderno y que se realizaban cosas que nada tienen que ver con la actualidad, ya que en la plaza se colocaban dominguillos o muñecos, normalmente de cuero, a los que embestía el toro. También se daban saltos sobre el toro con una garrocha que clavaban en el suelo cuando el toro embestía u otra serie de faenas que más bien hoy suenan a juegos y habilidades poco serias. No obstante los toreadores, realizaban ya una faena muy limpia, poniendo ellos las ban-derillas y finalmente, como he dicho, matando al toro con la espada.

Aquel día se lidiaron 10 toros de la ganadería de Luis de Sesma de Corella, en una sensacional corrida, para la que el herrero llamado Antonio Barrera se encargó de hacer 10 docenas de banderillas. Tras despejarse el centro, en la plaza quedaron los diez toreros que se iban a enfrentar con los astados hasta darles muerte, con sus ayudantes, más bien un número de aficionados que con recortes cansaban los toros e incluso si el matador se veía en apuros acudían con capas a auxiliarle y quitarle el toro de encima. Los matadores llevaban ningún vestuario especial, por lo que para distinguirse de los que iban con capas y les auxiliaban en la lidia, se habían colocado unas fajas de tafetán ceñidas a la cintura, todos del mismo color.

No tenemos constancia de lo que cobraron los matadores, pero por estas mismas fechas un matador en la maestranza de Sevilla, cobró 400 reales. La cantidad aquí en Tudela no llegaría a esto, pero por el lujo y boato con que se hizo, hemos de pensar que se traería algún torero de los reconocidos.

Detalles de las corridas de aquellos años

En aquel tiempo las corridas se celebraban a primera hora de la tarde, para que a los forasteros de los pueblos cercanos que venían a Tudela a ver los toros, les diese tiempo una vez terminado el espectáculo de volver todavía de día a sus pueblos. No olvidemos que en aquellos años no había luz eléctrica y que muchos se desplazaban desde los pueblos cercanos bien en bestias de carga, caballos o incluso andando.

El alcalde y regidores a las tres de la tarde, todos vestidos con el traje de golilla, sus mejores galas, salieron de la Casa Consistorial para trasladarse a la Plaza Nueva, donde se iba a celebrar la corrida. El trayecto lo realizaron en tres soberbias carrozas propiedad de los marqueses de Campo Real, Bárboles y Montesa. Precedían la comitiva unos danzantes valencianos, dirigidos por un maestro llamado González que habían sido contratados para amenizar las fiestas y bailar en la procesión delante de la patrona, y detrás iban los pregoneros, clarineros, timbales y guardias alabarderos. El recorrido entero fue por las calles Cárcel Vieja, Rúa, pasando por delante de la iglesia de S. Jaime y de la Casa del Priorato de S. Juan, continuando por la calle Carnicerías, hasta las Herrerías y por la entonces calle del Matadero, actual calle Yanguas y Miranda, se entraba por el llamado «Portal del Matadero» a la Plaza Nueva, que estaba llena de gente que disfrutaba viendo el cortejo y la habilidad de los danzantes valencianos que iban delante de los regidores bailando al son de las castañuelas.

Por los libros de cuentas de estos años vemos que los regidores contrataban para las fiestas 16 alabarderos que además de acompañar a los regidores hasta la casa consistorial de la plaza Nueva, sabemos que se quedaban en ella, haciendo de guardias, tratando de que no se originasen discusiones ni riñas entre la gente.

En lo que ahora es el arco de entrada, en aquellos tiempos más pequeño, había colocada una puerta de madera como se colocaba siempre que había toros, por si algún animal saltaba el vallado que protegía a los espectadores, no se pudiese meter a la ciudad. La plaza estaba totalmente abarrotada de gente tanto en la parte central, lo que después iba a servir de coso taurino, como detrás de los tablados y los balcones de todas las casas. Los regidores subieron a la casa consistorial para desde allí ver la corrida tal y como venían haciendo desde el año 1691 en que se celebró la primera corrida en esta plaza. Cuando llegaron a la casa, lo primero que hicieron alcalde y regidores fue salir al balcón y dirigiéndose hacia el del hospital, hacer una gran reverencia como saludo al cabildo que estaba allí colocado y sentado para ver también la corrida. El cabildo correspondió de igual manera. Tras estos protocolos y ritos, se dio orden de comenzar el espectáculo, apareciendo el despejo plaza, cargo que siempre recaía en un regidor a caballo [un concejal]  con traje de golilla, quien se encargó de retirar del centro de la plaza tanto a los paisanos que jugaban y alborotaban en el centro, así como a unos juglares, orquestados por tamborileros y dulzaineros, que traídos y pagados por el Ayuntamiento, habían venido de la montaña que con sus versos y música, hacían las delicias del público durante todos los días de fiestas.

A mitad de la corrida como era habitual, se hizo un descanso durante el cual se refrescaron las autoridades e invitados y merendaron los asistentes.

En estos tiempos el toreo de capa no era muy apreciado, ya que se entendía como de poca valentía, de manera que muchas veces se prohibía a los lidiadores que llevasen capa. Del año 1763 tenemos una demostración de esto que afirmo: un representante del Ayuntamiento acudió a Puente la Reina, para contratar a unos toreros y, en el contrato en el que aparecen las claúsulas, la condición que pusieron los toreros fue que los toros podían al igual ser muertos con capa o como tuviesen por conveniente, sin que la ciudad le pudiese obligar a matarlos sin capa.

Luis Mª Marín Royo

Historiador