Comarca

Un cuento circular

Escrito por las alumnas Alba Garijo Marín y Ana Paula Arnedo Gómez del IES Alhama de Corella; y Naiara Atienza Fernández y Evelyn Delgado Muñoz del IES Gonzalo de Berceo de Alfaro.

Cuento escolar de Navidad
photo_camera Cuento escolar de Navidad

Era una fría mañana de un 24 de diciembre y, como todos los años, la familia Wendolin adornaba la casa con mucho entusiasmo; esa noche celebrarían Nochebuena e iban a poder ver a sus familiares de Australia, cosa que sólo ocurría una vez al año. 

Ana, la niña pequeña, se encargaba de poner las bolitas al árbol. Para ella, cuanto más brillo había, mejor. También le gustaba poner las figuritas del Belén, siempre siguiendo una historia que ella misma creaba. 

Grace, la mayor de 12 años y que pasaba 6 a su hermana, disfrutaba poniendo calcetines en la chimenea con el propósito de que al día siguiente estuvieran llenos de regalos. Aunque le gustaba hacer eso, con lo que verdaderamente disfrutaba, era preparando postres de chocolate que servía después de la cena. 

A Aitor, el padre, le encantaba cocinar. Este año quería innovar y estaba decidido a preparar platos de verdadero chef. 

Paloma, la mujer de Aitor, odiaba la Navidad y siempre en estas fechas quería irse y evadirse del resto de la gente. El motivo de su “trauma” con la Navidad lo tuvo desde que era una niña. 

El 31 de diciembre del año 1970, ella se encontraba en casa de sus primas festejando la entrada del nuevo año, cuando, de pronto, su abuelo apareció sin vida  en su habitación, en extrañas circunstancias. Ni los médicos pudieron determinar el motivo de su muerte. 

Desde ese momento ningún miembro de la familia de su madre ha vuelto a celebrar estas fechas con entusiasmo, sino con respeto y temor por lo que sucedió en aquel momento y, además, con pena, recordando año tras año al pobre anciano que siempre mostraba muchísima energía y vitalidad, sobre todo en esas fechas tan señaladas, y que además, no tenía nunca problemas de salud.

El objetivo de la nueva familia era que Paloma volviera a sentir ese espíritu navideño, esa ilusión de estar con tus seres queridos y esa alegría.

(...)

Como todos los días  Ana y Grace desayunaban juntas. Ana, mientras daba sorbos a su tazón de leche, le dijo a su hermana que este año tenía que ser diferente a los demás. Y es que para su edad era muy imaginativa y tuvo una idea que Grace aceptó con entusiasmo.

Empezó a anochecer, Aitor estaba en la cocina. Ana entró efusivamente y empezó a cantar con su padre, ya que él tenía puesto uno de sus temas favoritos de Queen. Cuando terminó la canción, le preguntó si podía subir al altillo. Aunque estaba distraído por la música, le dijo que sí pero si iba con su hermana.

Así que subieron al altillo, donde  había muchos recuerdos familiares. Cuando empezaron a buscar en ese tenebroso y viejo altillo, les llamó la atención un baúl. Lo abrieron y, como Ana había sospechado, encontraron lo que buscaban.

Abajo la familia de Paloma llegaba. Todos iban muy bien vestidos. Empezó la cena y cómo no, Aitor sorprendió con su menú. Todos, mayores y pequeños, estaban maravillados.

Y se oyó un ruido , que los pequeños asociaron con Papá Nöel, pero la cara de los mayores no era la de siempre, estaban como asustados y sorprendidos, porque ellos no habían sido. Paloma se dio cuenta de que este ruido salía de una habitación. Los ruidos eran de un carraspeo que le sonaba familiar pero no podía creer lo que oía. Se acercó a aquella habitación, temerosa pero decidida. 

Mientras tanto, los demás estaban esperando fuera y las pequeñas, Ana y Grace,  se empezaron a mirar con miradas cómplices. De repente, sus caras cambiaron radicalmente al oír a su madre gritar y caer hacia atrás al suelo con el diario de su abuelo en las manos.

(...)

Cuando Paloma se levantó, les preguntó a sus familiares que cómo era posible que el diario del abuelo estuviera allí, a lo que todos sus familiares contestaron que este quería que en un futuro ella lo tuviera.

Mientras tanto, Ana y Grace estaban esperando a que su madre leyese el diario el cual anteriormente, ya habían leído y creían que iba a ser muy importante para hacer reflexionar a su madre sobre la Navidad.

Paloma se retiró a otra habitación y se dispuso a comenzar a leer el diario. En este, su abuelo le explicaba la magia del espíritu de la Navidad y lo importante que era, ya que hace que las familias se unan al menos una vez al año, y también es una época para conmemorar a los que no están y darles las gracias por todo. También contaba que si alguna vez le pasaba algo, lo que más deseaba era que sobre todo ella hiciera que ese espíritu y energía que él había estado aportando a toda la familia perdurase por mucho tiempo porque es lo que siempre había deseado.

Las palabras de su abuelo hicieron recapacitar a Paloma y ver que no estaba haciendo las cosas bien con su familia, ya que estaba amargando las navidades de sus hijas con su actitud negativa de odio hacia la Navidad.

Por lo que después de leer los escritos de su abuelo, decidió volver a la habitación y les pidió perdón a sus hijas por haber estado estos años tan apartada de ellas en esta época del año y no haberles dejado disfrutar. Después se dirigió a su marido y le dio las gracias por haber estado todos estos años haciendo realidad los sueños navideños de sus hijas.

Finalmente se colocó delante de toda la mesa donde estaban sus familiares, les transmitió los deseos que el abuelo quería para toda la familia y les prometió hacerlos realidad.

(...)

Nunca nadie dijo que sería fácil hallar la capacidad para superar la adversidad y seguir adelante por el bien común, no obstante en la cabeza de Paloma ya brotaban infinidad de ideas que podrían contentar a su familia e incluso a ella.

Y allí se situaba, delante de un sinfín de caras deseosas por los acontecimientos que podrían ocurrir. Sin embargo, Paloma esa noche no se pronunció, dejando impregnadas especialmente a sus hijas de un sentimiento de malestar.

El rumor de las puertas y el sonido de la consola de Ana acompañaban a la larga noche hasta llegar a su fin, todos parecían asombrados por el hallazgo del diario.

Sin embargo, después de esa fría noche, cálidos rayos de sol penetraban sutilmente por las persianas de toda la casa. Fue evidente que iba a ser un día maravilloso desde el momento el cual las hermanas saltaron eufóricas de la cama, con un pensamiento en común: es Navidad.

Ambas corretearon tan rápido como pudieron, tocando puerta tras puerta hasta llegar a la que daba a la habitación paterna. Enfrente de esta se detuvieron por un instante y una cómplice mirada bastó para ser transmitida la confianza que necesitaban la una de la otra.

“¡Buenos días mamá! Hace un día maravilloso...”, se apresuró a decir Grace. Pero algo extraño pasaba, pese a estar todos dormidos hasta el momento Paloma no estaba en la cama. Aitor al oír el reclamo de sus hijas no dudó en dar un salto de la cama.

Todos se dirigían a buscar a la madre, las niñas por la cocina y comedor, y el padre por el jardín del que disfrutaban en otras épocas del año.

El padre se quedó perplejo tras ver lo que estaba sucediendo, “Venid hijas mías” dijo Aitor. Ana y Grace llegaron en menos que canta un gallo, y sin dudarlo agarraron la mano extendida de Aitor que les proponía dar unos pasos más.

Y allí estaba Paloma, con un vestido precioso de pana color rojo pero con algo que todavía lo era más: su acompañante sonrisa. Las palabras no hacían falta y parecía que el mundo se había detenido por un momento.

La madre les indicó el trineo que había estado restaurando durante toda la noche y que permaneció oculto durante décadas, las niñas aceleraron el paso y contemplaron la capa de nieve que se había formado y que el sol no tardaría en derretir. “Vamos allá” gritaron al unísono.

Y quedándose atrás Aitor y Paloma, esta no dudó en afirmar mientras su marido la rodeaba con el brazo: “Nunca es demasiado tarde para volver a sentir, ni demasiado pronto para ser feliz”.