Ólvega

Ólvega, la ‘Segunda Numancia’

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Ólvega desprende historia por los cuatro costados. Y uno de sus relatos más arraigados entre sus gentes no es otro que el de la creación del emblema de su escudo. El castillo y la torre en llamas que resaltan en la heráldica municipal se funda en un hecho histórico para el que debemos remontarnos nada más y nada menos que al siglo XV. Fue concretamente en 1.474 cuando la villa se granjeó su pseudónimo de ‘Segunda Numancia’.

Los vecinos de Ólvega conmemoraron la efeméride el pasado sábado, 14 de marzo, justo el mismo día en el que los entonces habitantes del pueblo fueron quemados en la fortaleza por orden del Conde de Medinaceli, Agastón de la Cerda. La ‘lucha numantina’ de los habitantes de Ólvega tiene su fundamento en la negativa que mostraron ante Enrique IV y el propio conde. El primero ofreció en merced las aldeas de Ólvega y Ágreda al conde, pero los vecinos se negaron ante tal osadía.

La mano del capitán

Aunque existe una leyenda que dice que fueron los propios habitantes de Ólvega los que prendieron fuego a la fortaleza, lo cierto es que la orden vino directamente del conde, y la mano ejecutora fue la de Don Carlos de Luna y Arellano, Marqués de Ciria y Borobia y a su vez capitán general del Conde.

Cronología de los hechos

Lo cierto es que la quema no se produjo el mismo día 14, sino, según la diferente documentación de la época, el 19. Primero, el Conde de Medinaceli entró en la aldea mostrando su poderío con la escolta de 5.000 hombres que cabalgaban e iban también a pie. Los vecinos se refugiaron entonces en el castillo, escenificando de esa forma su rechazo a los señoríos que se habían gestado por obra y gracia de los poderosos.

Después de cinco días en los que el pueblo hizo gala de una defensa portentosa ante los ataques de las tropas, el conde ordenó definitivamente prender fuego al improvisado refugio. Los escritos hablan de que murieron abrasadas unas 430 personas, entre ellas 25 desposadas. Tras la cruel matanza, los restos de las víctimas fueron sepultados en una iglesia románica de la localidad, que ostenta desde entonces la denominación de Ermita de los Mártires. Hoy en día, en la ermita, se puede apreciar un mural que recuerda aquellos hechos.

De recordarlos se encargan también los vecinos en la ya mencionada fiesta. El pasado día 14, los actos conmemorativos se iniciaron con un concierto a cargo de los Trovadores de la Paz y el Coro Virgen de Olmacedo. La solemne y colorista procesión de las velas, en la que participan numerosos vecinos, siguió en el orden cronológico hasta llegar a la placeta del Moncayo. Allí, se escenificó la quema del Castillo prendiendo una hoguera.

El día acaba con una reunión popular en la que se reparten bocadillos y bebida, dando un toque lúdico y festivo a un hecho que antaño fue dramático pero hoy sirve para rendir tributo a aquellos que defendieron el pueblo ante la tiranía. Por si fuera poco, la fiesta es también una oportunidad para los visitantes de conocer el folclore olvegueño.