Tudela

Nexo de generaciones...

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Él apenas ha llegado a la veintena y comienza a dar los primeros pasos en la que espera que sea una longeva y prolífica carrera en el mundo del diseño de moda. Ella ha vivido más de medio siglo y ha sido testigo de cambios políticos y sociales en el mundo y, más concretamente, en su ciudad, Tudela. No obstante, nada más saludarse es posible observar el reflejo de la simbiosis que les hace parecer incluso de la misma familia. Esa familia existe, en realidad, y no es otra que el Grupo de Danzas.

Álvaro Forcada, de 20 años, y Anichu Agüera, de 61, representan el contraste de generaciones de esa familia particular que sostiene el grupo, pero comparten la pasión por la cultura y el folclore gracias a la que el grupo puede celebrar orgulloso su 50 cumpleaños. "Yo empecé con 4 años. Mi madre me trajo porque a ella le gustaba mucho todo lo relacionado con Tudela y su cultura", explica Forcada, quien ahora confiesa que su progenitora le pide "que le enseñe los bailes".

Agüera pertenece a otra terna de 'dantzaris', una de las primeras que conformaron el grupo. Entró siendo "una adolescente", casi todavía una niña. "La persona que me animó un poco fue Charo Serrano. Teníamos ganas de hacer algo diferente, de ver cosas nuevas, incluso de salir un poco más de casa. El grupo te daba todo eso en aquella época", señala. "Por no haber , me parece que no había ni equipos de fútbol esos años", rememora con humor.

Una forma de vida

Ambos respiran con fuerza todo el oxígeno simbólico que el grupo de Danzas les ha dado. Formar parte del mismo supone muchas cosas, tanto en los 60 como en la actualidad. Para los jóvenes, implica sacrificar horas de diversión o juegos. "Son muchos los cumpleaños que me he perdido de crío, aunque siempre me he encontrado muy a gusto haciendo esto y no me importaba para nada", describe Forcada.

Agüera va más allá. "Puedo decir que el grupo es mi vida, porque he estado casi toda mi vida aquí", dice. No hace mucho que dejó de ser la directora de la formación, cargo que ocupó durante cuatro décadas y que, como el resto de la estancia, le ha marcado de forma muy profunda. "El grupo me ha abierto a la familiaridad. He crecido como persona. Aunque tengo un hijo, en el grupo también he tenido muchos 'hijos' a los que educar", asegura con orgullo. Un sentimiento que refrenda Forcada con naturalidad. Lo de la familia no es ninguna broma. "Siempre lo he considerado así, como un grupo de padres y hermanos en el que todos se apoyan los unos a los otros", describe.

"Puedo decir que el grupo es mi vida. En él he crecido como persona. He tenido un hijo, pero aquí también he tenido muchos 'hijos' a los que educar", afirma Anichu Agüera

 

En efecto, el grupo une. Lo hace merced a las horas de ensayos y también como consecuencia de las horas de viaje. Los traslados se antojaban más largos y tediosos cuando Anichu vivía las primeras décadas del grupo. "Los jóvenes no han conocido nuestros tiempos. Hemos llegado a meter más de 14 horas de autobús. En algunas actuaciones no teníamos tiempo de descansar ni de cambiarnos los trajes", explica Agüera, haciendo una especie de guiño a su joven compañero. Él recoge el guante. "La verdad es que los viajes se hacen duros y da pereza, pero creo que compensa", reivindica Forcada.

Las vivencias aparecen en la mente de ambos con facilidad, aunque les cuesta quedarse con un momento en concreto. "Recuerdo el viaje a Turquía como una experiencia en la que sentía una gran reponsabilidad", afirma Agüera. Para Forcada, el primer día que bailó con los mayores quedará siempre en la retina. "Se me fastidió un dedo y descuadré los pasos, aunque pudimos enmendarlo", recuerda.

¿Y el futuro? Aunque Agüera asegura que no ve "el mismo espíritu en los jóvenes", reconoce que hay "gente muy trabajadora como el propio Álvaro". Él lo tiene claro. "Firmaría otros 50 años ahora mismo. Nosotros lo vamos a intentar", sentencia.

Mikel Arilla