Comarca

La Navidad a través de los migrantes

Encontrarse de frente con las costumbres y la cultura de un nuevo país resulta al mismo tiempo estimulante y extraño. Lo es aún más cuando, por circunstancias de la vida, uno deja su hogar y se embarca en busca de nuevas oportunidades lejos de casa, muchas veces por fuerza. Todo un reto.

Adrian Tatar, Daniel prode y Simona Ilie forman parte de la amplia comunidad rumana de Mallén (Zaragoza) y alrededores
photo_camera Adrian Tatar, Daniel prode y Simona Ilie forman parte de la amplia comunidad rumana de Mallén (Zaragoza) y alrededores

Encontrarse de frente con las costumbres y la cultura de un nuevo país resulta al mismo tiempo estimulante y extraño. Lo es aún más cuando, por circunstancias de la vida, uno deja su hogar y se embarca en busca de nuevas oportunidades lejos de casa, muchas veces por fuerza. Todo un reto. Y aunque en Navarra, Aragón, La Rioja, la Ribera o Tudela estemos tan famliarizados con  la Navidad y todo lo que conlleva, existen otros vecinos de nuestra Comarca que han tenido que absorber, a su manera, una celebración que, en numerosos casos, contrasta sobremanera con las suyas propias. 

Ndey Gueye llegó a España hace 10 años, aunque previamente vivió en Alemania durante algún tiempo por motivos de estudios. Su aterrizaje en Tudela se dio por motivos familiares, ya que una prima suya estaba enferma de cáncer. En principio venía a visitarla, pero ante su fallecimiento, se quedó a cuidar de los tres hijos de su familiar. “Acabé haciendo mi vida y buscando trabajo para asentarme aquí. Mi marido, Alioun, vino un tiempo después y aquí estamos”, dice con una sonrisa.

Aunque profesan el credo musulmán, religión mayoritaria en Senegal, su país de origen, Ndey y los suyos han sabido amoldarse a toda la vorágine navideña que puebla las calles y los rincones de la ciudad durante casi todo el mes de diciembre y parte de enero.  “Nos gusta celebrar la Navidad. Organizamos una fiesta en la que se une mucha gente que forma parte de la comunidad senegalesa de la Ribera, que llegará a las 200 personas entre muchos municipios. Comemos, escuchamos música, bailamos y pedimos deseos para que el nuevo año nos traiga buenas cosas”, explica.

  "En Senegal la Navidad no es una celebración típica, pero al estar en este país creo que tenemos que celebrarla como todo el mundo y no podemos quedarnos en casa”

Quizás por la dificultad de encontrar productos típicos -carencia que se ha subsanado con la reciente apertura de un comercio de ultramarinos africanos- , la celebración gira en torno a la gastronomía propia de España. “Disfrutamos igualmente”, dice Ndey, para quien es clave la integración a través de la asunción de las costumbres, siempre en la medida de la voluntad de cada uno. “En nuestro país la Navidad no es una celebración típica. El Islam tiene dos fiestas importantes: el Ramadam y la Fiesta del Cordero. Pero, como se suele decir, el tiempo pasa, y estamos en un país nuevo donde existe una cultura. Siempre he opinado que, siempre que uno quiera, tenemos que celebrar la Navidad como lo hacen las personas de aquí. No podemos quedarnos en casa, tenemos que unirnos a la celebración, a la forma de vivir estos días”, relata.

El papel de los niños

Además, reunirse en torno a una mesa y vivir con intensidad estos días también sirve para que los niños, quienes experimentan una convivencia más intensa con otros pequeños de su edad, se integren en la dinámica navideña. “Ellos también necesitan juegos y regalos durante estas fechas”, asegura Ndey, quien resalta que en su familia, los presentes navideños también se han convertido en una tradición.

Quien nunca ha podido vivir la Navidad en España es su hijo de 16 años, Mohamed Ndiaye, quien actualmente se encuentra estudiando en un colegio francés de Senegal. “En verano sí que puede coger días de vacaciones, pero en diciembre lo tiene más complicado”, señala. No obstante, este 2017 puede ser diferente. “Va a intentar venir a Tudela y espero que pueda. A mi marido y a mí nos haría mucha ilusión”, cuenta. Ese es su particular deseo para estas fiestas.

De Argelia a España

Si para Ndey la integración significa asumir costumbres y empaparse cultura regional, para Djamila esa postura se puede compaginar perfectamente con otras creencias. “Creo que es importante que cada uno profese su religión con libertad, respetando las de los demás. Solo así podremos construir una sociedad en armonía”, explica esta mujer argelina que llegó en 2008 a España con su marido y su hija, que ahora tiene 14 años. Para Djamila y su familia, mantener las costumbres propias del Islam significa no celebrar la Navidad en casa durante estas fechas. No obstante, confiesa que no limita a su hija si en el colegio realizan alguna actividad relacionada con las tradiciones navideñas. “No tengo ningún problema porque forma parte de su educación”, expresa.

Para esta argelina, la asignatura pendiente de la sociedad es saber vivir su espiritualidad siendo consciente de que no es única ni más genuina que la de los demás. En ese sentido, a Djamila la Navidad le transmite alegría pese a no participar de sus ritos. “Me encanta ver a la gente salir a la calle, disfrutar, estar con su familia”, señala. “El problema es cuando tomamos la religión como algo cerrado. La clave está en tener la mente abierta. Somos iguales, somos humanos y debemos convivir respetando a los demás y a sus creencias”, sentencia.

Rumanía, presente

Precisamente esa cohabitación que reivindica Djamila es la que desde hace muchos años trabajan en la Asociación Rumanos de Mallén. La comunidad de este país en el municipio zaragozano y en la zona de alrededor es muy numerosa, llegando a cerca del millar. En Mallén, concretamente, una pequeña iglesia reconvertida en templo ortodoxo acoge las ceremonias propias de los rumanos que residen allí. El padre Daniel Prode es el encargado de oficiar las homilías, que conforme se acerca la Navidad se vuelven más especiales.

“El día 25 es importante. Celebramos el nacimiento de Jesucristo con una fiesta en familia, en la que se degustan platos típicos de nuestro país: Sarmale, una especie de rollito de carne picada y especias en hoja de col; y Cozonac, un bizcocho tradicional”, explica Simona Ilie, una de las feligresas que reside en Mallén. Unos 40 días antes de que llegue el 25 de diciembre, comienza el periodo conocido como ‘Post’, una especie de vigilia adaptada al periodo navideño en la que los creyentes ortodoxos limitan su dieta y dejan de comer huevos, carne o leche, entre otros alimentos. Esporádicamente, se puede degustar pescado. 

Otra de las celebraciones previas a los días navideños es San Ignacio, el 20 de diciembre, aunque su carácter es más pagano que religioso. “La tradición dice que se sacrifica un cerdo para, días después, degustar su carne y derivados”, explica Adrian Tatar, presidente de la Asociación Rumanos en Mallén, quien siente nostalgia de su tierra cuando recuerda las tradiciones que ahora tratan de preservar en España. “Antes la vida diaria se basaba más en el seguimiento del calendario ortodoxo. Ahora eso ha cambiado un poco”, explica Tartar.

Al igual que él, el padre Prode reconoce que en Eumanía también hay elementos que escapan a lo espiritual y que tienen que ver más con lo materialista que se han instaurado en la sociedad a la hora de celebrar la Navidad. “La gente está mucho más pendiente de cosas como tener la casa decorada y perfecta para las visitas, por ejemplo”, expresa.

No obstante, lo que ha cambiado menos es la tradición de los villancicos rumanos. De origen ancestral, casi tan antiguos como el propio pueblo de Rumanía, se siguen interpretando y cantando con fervor y especialmente en estas fechas navideñas. Una muestra de los mismos se podrá ver en Mallén el próximo 17 de diciembre en un festival al que acudirán representantes de las comunidades rumanas de todo Aragón.

Ndey Gueye, senegalesa reisdente en Tudela, asegura que se ha adaptado a las costumbres navideñas de España

Las particularidades del calendario navideño según el credo

En España estamos acostumbrados a una celebración de la Navidad enmarcada en el cristianismo católico romano. No obstante, existen culturas en las que las fechas claves no coinciden con nuestro imaginario católico. Como recuerda el padre Daniel Prode, sacerdote rumano en Mallén, en el calendario ortodoxo el Año Nuevo comienza el 1 de septiembre -además del llamado Año Escolar- y no el 1 de enero. No obstante, la iglesia ortodoxa celebra este día la circuncisión de Cristo, únicamente desde un punto de vista religioso y espiritual y no tan popular como nuestra Nochevieja o comida de Año Nuevo. Esta es una de las muchas particularidades que, en esencia, marcan las diferencias en las costumbres de personas de nacionalidades y credos diversos.