Corella

Manuel Olloqui, corellano popular con ritmo de rondalla

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Sólo con escuchar su voz se nota que destila una vitalidad inusitada. En tono firme, compacto y decidido, expresa su enorme pasión por la música, una de las principales razones por las que Manuel Olloqui ‘Centinela’ será nombrado Corellano del Año en las próximas fiestas. “Más que Corellano del Año, lo considero Corellano Popular, porque lo que es años, ya llevo muchos sin parar”, señala en clave alegre.

Olloqui, de 67 años, es corellano de toda la vida. “Toda mi familia es de aquí”, afirma orgulloso. Está casado y tiene dos hijas, que también forman parte de la formación que, se podría decir, constituye su vida entera: la rondalla Centinela. El grupo musical es, con diferencia, el de más solera de Corella, y en 2015 cumplirá 30 años de andadura. Tres décadas repletas de actuaciones, viajes, anécdotas, pero, sobre todo, amistades.

Olloqui no duda en señalar ese aspecto, más allá de lo satisfactorio que resulta uno u otro concierto. “Con eso es con lo que realmente me quedo, con todas las personas que vas conociendo y con las que entablas una buenísima relación que perdura para siempre”, afirma.

Media España y parte de Europa ha dado palmas y coreado letras entrañables del folclore navarro y nacional al son de las notas de la rondalla Centinela. Los viajes de la formación se cuentan por decenas. Bilbao, Madrid, Santiago de Compostela, Logroño, Barakaldo... En algunas ciudades, como Santander, se han convertido en auténticos ‘profetas’. “Allí vamos prácticamente todos los años con motivo del Día de Navarra al Hogar Navarro. Estamos muy integrados y ellos nos aprecian muchísimo”, reconoce el corellano.

“Seguiré tocando en la rondalla porque supone tener un entretenimiento. Lo que más marca son las amistades que haces a lo largo de tantos años y viajes”

También en Argentina

Más allá de las fronteras de nuestro país, la rondalla ha tenido el privilegio de tocar en París, en una fiesta militar, o en Estrasburgo, además de en Rosario y Mar del Plata (Argentina), donde Olloqui recuerda conectar con el público argentino de manera especial. “No creo que seamos buenos tocando. Siempre digo en broma: no sé cómo hemos llegado a tanto. Será que animamos mucho el cotarro”, señala riendo.

De todos los viajes, Olloqui siempre guarda al menos una anécdota de esas que se graban en lo más profundo de la retina. Especialmente entrañable es la que vivieron en Prado del Rey, en 1991, cuando actuaban en un programa musical. Nada más y nada menos que los Hermanos Anoz compartían protagonismo con ellos aquel día. Los joteros, sorpendidos, les preguntaron que por qué tocaban en directo mientras ellos tenían que conformarse con un ‘playback’.

La pasión con la que Olloqui ha afrontado cada actuación se mantiene intacta, pese a que reconoce que “los años pasan para todos”. “Pero no lo voy a dejar, de momento”, insiste. “Tocar en la rondalla supone tener un entretenimiento, algo que hacer, y aguantaré unos años más”, afirma, insistiendo en que el lucro nunca ha sido el objetivo. “Lo más que nos llevamos es que nos inviten a algún vermú o almuerzo”, recalca.

De la docena de músicos que componían la rondalla en sus orígenes, la formación ha pasado a tener actualmente cerca de 25 miembros, entre guitarras, bandurrias, violín, castañuelas, bombo peruano, percusión, joteros, etc. Olloqui cree que el relevo por parte de las nuevas generaciones llega, aunque a cuentagotas. “La forma de ser de los jóvenes ha cambiado mucho. Les gusta la música, pero ahora están todo el día con los móviles y el ‘whatsapp’. Les ves sentados en cuadrilla, en los bares o en la calle, y ni siquiera se hablan entre sí”, se lamenta.

“En el Hogar Navarro de Cantabria nos aprecian muchísimo”

Fiestas musicales

Cuando se le pregunta qué es lo que más le apasiona de las fiestas, tira para lo conocido. “A lo mejor suena muy recurrente, pero cualquier actuación musical me llena muchísimo. Soy fan de las orquestas y las verbenas, y me gusta coincidir con músicos que habitualmente vienen a tocar a Corella en fiestas. Les ves de año en año”, explica.

Si tuviese que destacar un ‘momentico’ por encima de todos, se quedaría con la visita de la rondalla a la residencia de mayores, donde se encuentra una tía suya con alzheimer. “Es muy bonito ver cómo, al escuchar la música, les cambia la cara”, asegura. “El día del homenaje me veré raro, porque suelo estar al otro lado, haciendo la parte musical. Creo que se me escapará alguna lagrimilla”, dice.