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La Navidad de antaño, más austera y de andar por casa

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Las nuevas generaciones nacimos con el árbol de Navidad en el salón de casa, los múltiples regalos el día de Reyes y las abundantes comidas y cenas para celebrar la Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Año Nuevo. Pero hubo una época, la de nuestros más mayores, que vivían mayoritariamente del campo y de los animales que criaban. Una época donde la madrugada se frecuentaba para trabajar y no para cerrar los bares. Una época en la que todo salía de casa y la familia y la iglesia eran una parte fundamental de la sociedad.

Ha llovido mucho desde entonces y han pasado muchas generaciones para encontrarnos con las navidades de hoy en día, llenas de colorido, de reencuentros y de publicidad de juguetes por todas partes, pero, ¿saben cómo vivían nuestras personas más mayores, nuestros abuelos y bisabuelos aquellas navidades de mitades del siglo pasado?

El mero hecho de hacer el esfuerzo por recordar aquellos fríos días de invierno con familiares que ya fallecieron trae una mezcla de tristeza y nostalgia. Las lágrimas luchan contra las sonrisas al evocar graciosas anécdotas de quienes celebraban la Navidad cocinando los animales que habían críado y comiendo los alimentos que habían cosechado.

‘La matanza’

Normalmente las familias se juntaban en Navidad y Reyes, dejando la Nochevieja más para celebrar la ‘matanza’. Es curioso escuchar cómo utilizaban estos días para sacrificar al cerdo que les había ido acompañando durante varios meses para tener un gran banquete. La matanza se hacía en estos días porque se aprovechaba la cabeza de cerdo para hacer sopa y, como no existían los frigoríficos, la comida que peor se podía conservar y que antes había que consumir era la protagonista del menú en estos días.

Las costillas del cerdo se freían con su propia manteca y se ponían en una tinaja de tierra para conservarlas durante todo el año, para que, cuando llegase algún festejo sacarlos para celebrarlo. De esta forma tenían costillas, cerdo, chorizo, morcilla, jamón, etc. para pasar el año y era común ver a los jornaleros en la época de siega almorzando jamón, chorizo o lo que llamaban el ‘taco’ de lomo.

Los pollos y las cabras también podían ser protagonistas de estos días y el mero hecho de que alguno de ellos se escapase de casa, era un acontecimiento para casi todo el pueblo que ayudaban a buscarlo para volver a traerlo de nuevo a casa. Entonces todos se ayudaban y todo servía para algo.

Pero no solo se comía carne en navidades y, sin aproximarse ni mucho menos a las abundantes cantidades de variedad de comida que se pueden ver en las cenas de hoy en día, la verdura era un buen acompañante, especialmente la invernal, como el cardo.

Entonces también había mucha caza porque los campos estaban mejor conservados. Las piezas que sobraban se vendían para poder comprar otro tipo de alimentos.

Más belenes que adornos

Pero no era únicamente en la comida donde se notaba que llegaba la Navidad, también se podía apreciar en el ambiente de las calles. No solía haber adornos navideños, aunque sí que había luces diferentes en las farolas y se podían ver muchos belenes, de todos los estilos y con muchas horas de trabajo. Los belenes, con figuras de piedra, puede que fueran el detalle más signficante para saber que ya había llegado la navidad. Cada casa solía tener el suyo y en las calles e iglesias también se podía ver una gran variedad de belenes. Los había tan sofisticados como los de ahora, con luces, fuentes de agua, etc y en algunos incluso había que pagar.

Los villancicos también eran una seña identitaria en estos días. Los jóvenes acudían a misa y tras ella, con el cura a la cabeza, iban entonando por las calles, de casa en casa, diferentes villancicos con  zambombas y panderetas. Así celebraban la noche del día 24. También con algún trago del coñac que sacaba el cura para sus vecinos.

Así como ahora son los Ayuntamientos y las Asociaciones quienes preparan todas las actividades, entonces era la iglesia la que preparaba las principales actividades y la institución que movía al pueblo. Y, para cerrar la Navidad, la llegada de los Reyes Magos. El pueblo les preparaba unas carrozas e iban a recibirlos como ocurre ahora, aunque eran unas decoraciones más simples y mucho más humildes. Los niños amanecían el día 6 y corrían hasta sus balcones para recoger sus regalos. Lo que había entonces eran algún muñeco o muñeca, un juego de cazuelillas de hierro o metal y algo de ropa como calcetines o calzoncillos.

Está claro que los tiempos han cambiado. La mayoría de los alimentos que se comen en estos días son comprados y los regalos hay de todos los estilos y de diferentes personajes. Pero por suerte todavía no se ha perdido ese momento en el que se junta toda la familia para comer o cenar y crear nuevas anécdotas que contar dentro de unas décadas.