Tudela

‘La Alberita’, una abuela entregada a la jota

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Cuenta con una lucidez extrema un episodio que pervive en su memoria como lo hacen las historias que nos marcan para siempre. En el Teatro Gayarre, en mitad de un prestigioso concurso de jotas, un concursante le ofreció un vaso de agua para que aquella joven aliviase su dolor de garganta, acrecentado por los nervios. María Jesús Domínguez -en aquel entonces la conocían artísticamente como ‘Marichu’- bebió, pero supo al instante que ese brebaje no era ni mucho menos el líquido elemento. Hoy en día sigue asegurando que fue una treta, pese a la cuál quedó tercera en la citada competición.

Para ‘La Alberita’, tudelana de 85 años, que cumplirá 86 en septiembre, hubo por suerte muchas más noches de alegría y reconocimiento que de picor de garganta. Ese cúmulo de emociones y vivencias siempre ligadas a su pasión, la jota, lo lleva impreso en su amable y conmovedora sonrisa. Su amor por Santa Ana y por Tudela han llevado a la Peña Moskera a escogerla como la Abuela de Tudela de 2016. La número 37 en la amplia nómina de elegidas desde que se instauró este acto y, a buen seguro, una de las que guarda una de las historias vitales más intensas y ricas de todas las ‘abuelas’.

Su padre y Lanas

La jota la abrazó desde que llegó al mundo, el 16 de agosto de 1930, como uno de las señas más destacables de su sangre, en concreto de la de su padre. Toribio Domínguez, un aragonés que llegó Tudela a los veinte años en busca de mejores oportunidades laborales. De su progenitor adquirió el sobrenombre, ya que Toribio procedía del pueblo de Alberite de San Juan, en el Campo de Borja. Ya afincado en Tudela y trabajando como agricultor y en la Azucarera, Domínguez se casó con Ascensión Liñán. Tuvieron diez hijos, aunque debido a la elevada mortalidad infantil de la época, solo saldrían adelante seis. Entre ellos, María Jesús.

A ella fue a quien más inculcó el espíritu jotero, sobre todo cuando se arrancaba a actuar en las tabernas tudelanas y le pedía a su hija que le acompañara. En aquel tiempo, conoció al prestigioso jotero Raimundo Lanas, con quien actuó en numerosas ocasiones. “Tuvo incluso la oportunidad de irse de gira con él, pero con la familia y por su edad, no lo vio claro”, recuerda ‘La Alberita’.

A los 10 años, María comenzó a interpretar piezas en las verbenas de las Fiestas de San Pedro y en las romerías del Cristo y del Cristito. Apuntaba maneras. Con 18 años, se marchó a Barcelona para trabajar y en la ciudad condal sus dotes no pasaron desapercibidas. Eran habituales las veladas que pasaba cantando en el Centro Navarro junto con otros compañeros tudelanos que también habían viajado a Cataluña para encontrar trabajo.

Dos retornos

No tardaría ‘La Alberita’ en regresar a su Tudela natal. Cuando entraba en la veintena, fue una de las primeras integrantes del recién creado Coro Fernando Remacha, una cantera de joteros y músicos locales que a ella, personalmente, la lanzaría hacia cotas más destacadas. SU primera gran puesta en escena se dio en el Teatro Gaztambide. Siguiendo el compás y los acordes de la rondalla de Rafael Ansó, ‘La Alberita’ ganó su primer certamen. Con el paso de los años, vendrían otros reconocimientos y numerosas actuaciones en escenarios como el Centro Navarro de Bilbao o citas como San Fermín y las Fiestas de Soria.

Al ver que no podría dedicarse a la jota profesionalmente, regresó a Barcelona oara trabajar en IBM. Allí, además de no dejar de cantar gracias a la acogida que tuvo por parte del Centro Aragonés, se casó con Constante Blanco, ya fallecido, y tuvo dos hijas: Águeda, que también falleció, y Charo, que estará en Tudela el próximo 27 de julio para ver in situ el homenaje a su madre.

“Será una gran celebración”, augura. Se confiesa enamorada de “los encierros y las charangas durante las fiestas”. “Y de Santa Ana, claro que sí”, añade. A la Abuela de todos la ve en directo cada año desde que volviera definitivamente a Tudela en 1996, después de jubilarse.