Tudela

Despidiendo el año con ‘Perico’: “Seis meses después, todavía me recuerdan lo del chupinazo por la calle y es muy bonito”

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Dicen de Perico que encontrarle o contactar con él puede convertirse en toda una aventura. Alberto Pérez Pastor -nombre de pila que algunos no conocen-  no tiene el don de la ubicuidad, ni mucho menos, pero no para quieto en todo el día. Tan pronto se planta en el Colegio San Francisco Javier como sube hasta el Centro Lasa. Puede que a la corporación municipal también le costara lo suyo dar con él a principios de julio para comunicarle que tendría el honor de lanzar el chupinazo de las Fiestas de Santa Ana 2015. Fue el primer ‘chupinero’ no político de toda la historia.

La efeméride, aún en diciembre, no pasa desapercibida para muchos. “Es muy bonito que seis meses después me sigan parando por la calle para recordármelo y felicitarme”, cuenta con una sonrisa en un pequeño cuarto de la casa de los Jesuitas, en el barrio de Lourdes. Allí convive con sus compañeros. Una vida sencilla y austera. Perico, eso sí, sabe dar y compartir con los demás, sobre todo con los desfavorecidos. Eso va en su ADN.

"Me gusta despedir el año tomando las doce uvas con una familia árabe y decir un ‘Bismillah’ cuando acabamos de comerlas; es un símbolo de unión, de que vamos juntos y de la mano"

Para más inri, sigue quitándose protagonismo por aquel momento “intenso y emocionante”. “Sigo diciendo que di la cara por mucha gente, pero que quise ser uno más de todas esas personas que estaban representadas aquel día”, señala. Se refiere a los colectivos de inmigrantes, desahuciados, personas en riesgo de exclusión o que viven en situación de pobreza extrema. A ellos es a quien dedica más esfuerzos. “Nuestro trabajo del día a día significa convivir con las ganas deayudar y con la presión de la crisis al mismo tiempo”, explica. “Hay que estar preparado psicológicamente, porque  a veces es muy duro ver sus situaciones, igual que tener que decir con templanza y madurez que hay veces en las que no es posible ayudar”, añade.

Aunque le caracteriza el tono condiliador y sosegado que suelen utilizar los sacedotes, Perico no suele morderse la lengua. En lo que respecta a la  realidad de la inclusión social, es tajante. “Veo hipocresía y miedos. Cuando nos va bien acogemos con gusto a los inmigrantes y ahora mucha gente no quiere que entren los refugiados que llegan desde Siria. No nos acordamos de que contribuyen al crecimiento, a mejorar nuestra sociedad. El futuro con acogida es de esperanza. El de no acogida, de incertidumbre”, dice con serenidad. “Si tengo un deseo para el año que viene es que tengamos un poco más de humanidad”.

Durante las navidades, Perico seguirá remangándose para ayudar a los que más lo necesitan. También tendrá tiempo de disfrutar “de un plato especial y un buen vino, sin rozar el consumismo”. Su pequeño rito es despedir el año tomando las uvas con una familia árabe. “Cuando acabamos de comerlas, decimos juntos: “Bismillah”. Significa ‘en el nombre de Dios’ y es un símbolo de unión, de que vamos juntos y de la mano”. Perico continuará predicándolo.

De cerca

Un libro: Los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).

Una película: ‘La misión’ (Roland Joffè, 1986).

Una comida: Tortilla de cebolla. “Un plato sencillísimo, muy sabroso y a la mano de cualquiera”.

Una bebida: El vino. “Disfruto mucho de uno bueno”.

Un lugar de vacaciones: “Para desconectar, me gusta cualquier sitio en la naturaleza. En la naturaleza, además, nunca me siento solo aunque lo esté”.

Un personaje histórico: Jesucristo.