Tudela

Convenceré al abuelo

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Siempre ocurre en viernes, hacia las dos del mediodía. En la mesita blanca de la cocina de nuestro hogar familiar en Murchante apoyamos la botella de tinto en un posavasos de cerveza de importación y damos buena cuenta de unas alubias verdes con patata, zanahoria y cebolla. La especialidad de la casa.

En esas, al abuelo Jesús le cuento un poco de todo. Es el momento. Luego nos solemos quedar dormidos en el sofá, aletargados por el tedio y el agotamiento de algún telediario sin mucha sustancia, y ya no da mucho tiempo de hablar. Suelo explicarle a quién entrevisto, qué temas me toca trabajar. Y también que las Jornadas de la Verdura se han transformado una barbaridad. Él nunca las ha vivido demasiado, pero sigue creyendo que la mecánica tiene poca miga: comer alcachofas en una degustación, tomarse un clarete y volver contento a casa. Normalmente, las conversaciones abuelo-nieto suben de tono. Dos naturalezas antagónicas las nuestras. Pero, con calma, intento replicarle. “Esto de las Verduras atrae mucha gente, abuelo”.

Surgen las preguntas habituales. ¿Turismo en Tudela? ¿Y cuánto dinero pone el Ayuntamiento? ¿Y de dónde dices que viene la gente? ¿Y por qué van a ver la Plaza Nueva, qué tiene de especial? En cierto modo, entiendo el  recelo del abuelo, porque su percepción cultural ha quedado algo obsoleta -algo de lo que no tiene ninguna culpa- y porque quizás, a él, no le inculcaron que tenemos un patrimonio artístico envidiable, o una Judería genuina, o una huerta que no se cuida sola y que, si no se pone en valor de verdad, perderá su encanto.

Me preocupa más echar de menos esa conciencia de creérnoslo en personas más jóvenes que mi abuelo. Pero estoy seguro de que a ellos, como a él, algún día, les acabaré convenciendo de que vale la pena el esfuerzo.

Mikel Arilla

Periodista