Viviendo la fiesta con...

Camino Martínez: “El ambiente de antes se echa algo en falta”

Su nombre estuvo ligado a una de las formaciones míticas de la jota: Alma Navarra. Después pasó a ser docente de esta disciplina musical, aunque no ha dejado de actuar.

Camino Martínez, en el balcón de su casa de la calle Baquero Jacoste
photo_camera Camino Martínez, en el balcón de su casa de la calle Baquero Jacoste

Incluso si se le inundara la casa, a Camino Martínez no le cambiaría el semblante positivo y risueño. Esta tudelana de 71 años, que nació en Monteagudo pero desde muy pronto se crió en la capital ribera, reconoce abiertamente su talante de buen humor y su facilidad de palabra. “Es que hablo mucho, lo sé”, se afana en repetir. Y es una suerte que hable, porque historias para contar atesora de sobra. Y muchas de ellas dan buena cuenta de lo que era Tudela hace unas cuantas décadas. También giran en torno a su pasión, la jota. “Mi vida”, señala.

"Momentos como el desfile de mulillas previo a la corrida ahora no atraen a tanta gente; todo ha cambiado mucho, antes no existía la música en los bares y los jóvenes bailaban con la charanga y salían mucho más por el día"

Hace 41 años que Camino empezó a forjarse un nombre en el ámbito de la jota navarra, vivero de nombres míticos como Raimundo Lanas, historia de una tierra y de una tradición que se mantiene. “Mi madre me recordaba que desde los 2 años ya me ponía a cantar lo que me decía la maestra en clase. Ella cantaba, mi padre también amaba la música. Todo viene de familia”, relata. Aunque fue Rafael Ansó, otro legendario jotero, quien le hizo un hueco en el grupo más destacado que ha surgido de esta corriente folclórica: Alma Navarra. “Cuando me propusieron hacer una prueba no me lo podía creer, pero al final entré. Y con ellos viví los años más intensos de mi vida”, recuerda.

Grandes viajes

Viajes a Argentina, a Francia, a diversos lugares de España… a Camino Martínez le llegó una oportunidad que no desaprovechó y que contó con el inestimable apoyo de su marido, Javier, quien dedicó el tiempo necesario a sus hijos, Javi (componente del grupo Ketesnuko) e Iñaki (que toca el acordeón en el grupo de la Escuela de su madre) cuando ella tenía compromisos. Durante 10 años compartió actuaciones con la mítica formación, hasta que decidió volver a cambiar de vida para disfrutar de la jota y de su familia al mismo tiempo. “Fue muy bonito pero la oportunidad de llevar la Escuela de Jotas de Monteagudo y, años más tarde, la de Tudela, me permitía estar más cerca de los míos. Pero siempre recordaré actuaciones míticas como la del Palacio de los Deportes de Madrid, en la que incluso conocí a la hermana del Rey Juan Carlos”, recuerda.

"La jota ha sufrido una transformación importante: hay más escuelas que nunca, lo cuál es bueno pero no tan positivo a la vez porque se ha frenado mucho la contratación de grupos profesionales; eso sí, mientras la jota se siga sintiendo, será especial"

Hace ya bastantes años –coincidiendo con una enfermedad de su marido- que Camino no sale demasiado en Fiestas de Tudela. Se limita a momentos puntuales en los que todos sus allegados pueden estar juntos, como la comida del Restaurante Remigio el día 24 o las citas que tenga con los componentes de la escuela de jotas que lleva su nombre. En la Peña La Teba y, desde hace dos años, en el 100% Tudela, siempre son asiduos. “La gente nos valora mucho, disfrutan con nuestras actuaciones y destacan el nivel, por lo que en ese sentido tengo mucha satisfacción”, explica.

Pese a no poder explayarse demasiado en salir durante estos días, Camino reconoce que desde hace tiempo, en las ocasiones en las que palpa el ambiente de la calle, no siente que la atmósfera sea la misma. “Todo ha cambiado mucho, antes no existía la música en los bares, la gente bailaba con las charangas. Son otros tiempos. Es una visión personal y cada uno vive las fiestas como quiere, pero a mí me da pena que no exista ese ambiente de jolgorio por la calle que vivíamos antes, se echa en falta”, reconoce.

Una nostalgia que a veces experimenta cuando se asoma al balcón de casa en la calle Baquero Jacoste para ver el desfile de mulillas previo a la corrida. “No se ve apenas gente, cuando antes era uno de los momentos de mayor colorido y ambiente”, señala. No obstante, se muestra optimisa, sobre todo en lo relativo a la jota, aunque confiesa que para ella “ha cambiado mucho”. “Existen más escuelas que nunca y eso es bueno y no tan positivo a la vez, porque ha frenado mucho la contratación de grupos profesionales”, reflexiona. Sí tiene clara una cosa. “Mientras los nuevos intérpretes sientan la jota, la lleven dentro, seguirá siendo especial”.